En el tiempo que tardo en lanzar estas líneas puede que Ty Segall haya grabado un par de álbumes. El de Laguna Beach no lleva ni una década editando y la lista de álbumes, EPs, colaboraciones o slipts es casi incontable. Si hace apenas unos meses llegaba con ‘Sleeper‘, una cara más calmada, reflexiva en su sonoridad y en busca de otras raíces, ahora responde con un lado más agresivo llamado Fuzz y que está cargado de riffs, berridos y mucha batería. Sí, aquí el californiano se pasa a la percusión.
Segall va moviéndose rápidamente entre formaciones, nombres y estilos, exigiendo al que quiere disfrutar de su música de un ejercicio que no responde ni a márketing ni a leyes de mercado, vomita música porque no sabe no hacerlo. Tras la descarga de adrenalina que ofrecía en 2012 de la mano de ‘Twins‘ y ‘Slaughterhouse‘ y la bajada cálida de revoluciones de su último trabajo, el californiano ha decidido reclutar de nuevo a Roland Cosio y a Charles Moothart para montar Fuzz; una banda con declaración de intenciones en su nombre.
La bestialdiad que ofrece este sonido que ha bautizado al trío dota a las ocho canciones que componen el álbum de una fuerza que recuerda a la del proto punk, a una evolución bastarda de Cream, a aquellos melenudos que ya eran heavys sin saberlo. Las clases de batería que proyecta Segall en el solo de ‘Loose Sutures’ hacía tiempo que no se escuchaban en un nuevo álbum. El hard rock, los solos de guitarra, el ritmo de ‘Hazemaze’ invita a mover la cabeza hasta la extenuación. ‘Preacher’ es diabólica en su velocidad, contenido y efectividad. Todo el nuevo trabajo parece ir encaminado hacia un destino que acaba proyectándose a final del álbum con ‘One’; una declaración de amor a las piezas instrumentales. Segall saca también su lado más melódico.
‘Fuzz’ es una celebración dedicada al virtuosismo rock, una invocación a Ritchie Blackmore vuelva a enfundarse aquellas camisas de cordones abiertas hasta el ombligo, a que Jimmy Page bese durante minutos inacabables la botella de Daniels, a que aquel rock salga de la tumba y mire a los ojos a los que pensaron que Segall se quedaría en el garage. Todo formaba parte de plan maestro para resucitar aquello que nunca murió.