No es imprescindible embrollarse de manera excesiva a la hora de crear algo superior, en la sencillez también se encuentra el gusto. Así nace ‘Fortaleza’ (Gran Sol, 2014), de la necesidad de crear algo a primera vista simple pero profundamente diverso. Con un sonido potente, nos divisa su intención y su inclinación por el directo, algo que no hubiese sido posible si la grabación no se hubiese gestado durante la presentación de ‘Cálpico’ (Onigiri, 2012).
Compuesto por cuatro temas y de naturaleza festivo, nos empuja desde un primer momento, con ese ‘Polar’, que de gélido sólo conserva el nombre, a una pista de baile inexistente donde los ritmos tropicales se entremezclan con la combustión para desvelarnos un carnaval guitarrero, que poco tiene que envidiar a los de Río de Janeiro. Exótico y pegadizo, se desentiende de la electrónica, a veces egoístamente añorada, que impregnaba a su antecesor.
Melodías más que risueñas que rezan por alargar la noche, por prorrogar la fiesta en Graceland, la morada de Elvis, y por continuar con el espectáculo esquivando, si es posible, la luz diurna. En contraposición, ‘Osos de Brasov’ nos distancia del bullicio carnavalesco para reencontrarnos con los sintetizadores y la electricidad, convirtiéndola en el broche final, el desenlace idóneo.
Los madrileños, que lucen más desahogados, con esa confianza de conocerse a fondo, pueden presumir con orgullo de haber encontrado en este ‘Fortaleza’, grabado en los Red Bull Studios, una sonoridad más limpia y potente, apoyada por la pureza del sonido técnico y la producción, que se encadena con la fugacidad y espontaneidad que ya sólo les queda demostrarnos en directo.