Patrick Wolf nunca ha negado que le gusta llamar la atención. Musicalmente, este joven londinense que roza los dos metros de altura es capaz de combinar estilos tan (a priori) distantes como el folk, el electro o la música clásica. El resultado de tan peculiar mezcla ha cautivado ya a millones de personas y le ha erigido como uno de los creadores más atípicos y especiales del panorama británico. Además, Wolf (bajo este molón nombre artístico se esconde Patrick Denis Apps) posee ese plus de excentricidad que ensalza su personaje. Según reveló el propio artista, su infancia no fue nada fácil, y estuvo marcada por una constante discriminación por parte de sus compañeros, que veían un blanco fácil en la afeminada figura de Patrick. Sin embargo, a la que pudo empezó su formación musical, y todo cambió. En sus composiciones el inglés hace gala de un buen dominio del arpa, clavinet, órgano, violín, piano, guitarra y clavecín, entre otros. Casi nada.
Por todo lo que le hemos escuchado (que no es poco), resulta harto difícil definir con palabras el estilo dePatrick Wolf. Además de nunca hacer dos canciones iguales, el londinense juega con tantos registros e introduce tal variedad de elementos diferentes que lo mejor es rendirse a la originalidad de canciones como The City o Time Of My Life, dos de sus cortes más populares. Entre sus influencias planean muchos nombres: Visage, Burt Bacharach, Spandau Ballet… Aunque uno sobresale por encima del resto: David Bowie. Él lo tiene claro: “Podemos hablar de muchos nombres, pero mi gran ídolo es David Bowie. Yo soy hijo de Bowie”.
La discografía de Patrick Wolf es, a pesar de sus 28 años, bastante extensa. Debutó con un par de EP’s que no tuvieron mucha repercusión, ya que se vio irremediablemente encasillado en el padre de todos los mercados, el brit pop. No obstante, el tiempo ha demostrado que Wolf es mucho más que eso. Cuatro intensos álbumes de estudio, profundos, que han enamorado a la masa y le han abierto las puertas de los festivales más prestigiosos de Europa (Festival Internacional de Benicàssim, Reading Music Festival, Glastonbury Internacional Festival, etc).
Tras una gira infinita, la fatiga pudo con él. Con estas palabras se despidió temporalmente de sus seguidores, corría el año 2007: “Mi reloj creativo está sonando y tengo muchos, muchos proyectos de creación que realizar en el tiempo que me queda en esta tierra”. En este pequeño parón “laboral”, su vida personal estuvo más de moda que su música, y algunos medios insistieron en hablar de su sexualidad. Su respuesta, como siempre, digna de su personaje: «De la misma manera en que no sé si mi próximo álbum va a ser de metal o de pop para niños, no sé si estoy destinado a vivir mi vida con un caballo, un hombre o una mujer. Hace que la vida sea mejor».
Aún así, Patrick Wolf no aguantó mucho tiempo apartado de la creación musical. La mejor muestra de ello es el pasado 2011, el mejor año de su carrera. Para empezar, el genio inglés publicó otro disco,Lupercalia, a nuestro parecer el mejor de su trayectoria hasta el momento. Y por si fuera poco, lo rubricó con el lanzamiento de un EP con una marcada línea continuista, Brumalia. En ambos hemos apreciado un inaudito optimismo que ha logrado realzar de una vez por todas su talento, un tanto escondido en sus primeras obras. Nos gusta mucho el Wolf que habla de amor (que no pastelón), de positivismo, y que ve en la alegría la mejor de las medicinas frente a las adversidades. Y lo mejor es que predica convencido, seguro de sí mismo, tanto con piezas de la magnitud de Slow Motion como con perlas como Bermondsey Street o Time Of Year.
Puede que sus primeros proyectos nos dejaran un tanto fríos, pero con la magistral dupla Lupercalia–Brumalia, Patrick Wolf nos ha enganchado. Hemos caído rendidos, como tantos otros, ante el talento de este excéntrico treintañero que haga lo que haga y diga lo que diga, no deja indiferente.
por Sam Gutiérrez