Ryan Bingham | Tomorrowland

En el cercano 2009, año para hablar de brotes verdes y de un 2013 tan esquivo a las recesiones como a las verdades, Ryan Bingham subía cada día a un avión recorriendo Estados Unidos con el único objetivo de cumplir uno de los pocos trabajos que hoy tiene sentido: despedir gente. Aquel Bingham con cara de George Clooney humanizaba en Up In The Air la cara que nadie quiere ver cuando su puesto de trabajo pende de uno de esos hilos que gobernantes y empresas con apellidos se empeñan en afilar. Ese mismo año un Ryan Bingham de nombre real ponía su ingenio musical a Crazy Horse –Corazón Rebelde en el país en el que el traductor tiene algo de creativo- y conseguía un Oscar por la canción The Weary Kind, publicada en su tercer trabajo Junky Star.

Esa alfombra roja de rostros esculpidos por bisturí y sonrisas que pocos creen en la que coincidía con el falso Bingham, poco tenía que ver con lo que había sido una larga vida condensada en 27 años. De una infancia sobre las ruedas de una familia destrozada por unos padres que conducían velozmente hacia el puro abismo del polvo que une Estados Unidos con México a una adolescencia con las maletas preparadas para abandonar un hogar quemado desde que aparece el uso de razón. Años de actuaciones que poco tenían que ver con las que hoy ofrece con guitarra e inconfundible voz apaleada a lomos de toros amaestrados en el salvajismo y la hormona para disfrute de los aficionados a los rodeos. De ahí Mescalito, Roadhouse Sun, Junky Star.

Cinco años y tres trabajos discográficos tienen como nueva pieza de un camino añejo de baldosas nuevas Tomorrowland. Aquí Bingham abandona a sus compañeros de viaje hasta el momento, The Dead Horses, para tomar un sendero más próximo al rock de raíz en el que se atreve a dejar el apoyo del country, defensor a ultranza de cualquier joven con talento. Acierta. El de Nuevo México es uno de esos que se creen perdedores pero que están destinados a vencer, bien por la calidad y honestidad que demuestra a cada paso, bien porque esconde una historia creada desde la realidad ante la industria cansada de revisar películas para crear falsas biografías edulcoradas.

13 son los cortes que ofrece el primer álbum que publica con su propia compañía Axter Bingham Records y también el primero que autoproduce. Canciones de guitarra afilada que suenan con la contundencia con la que aquellos toros lanzaban bajo golpes secos y repetidos al cantante de las monturas en esa extraña tradición más realista que pesimista del que sabe que tarde o temprano caerá.

Beg for Broken Legs abre la colección con la fuerza del trabajo hecho para calar, sin medias tintas. Las armas sobre la mesa demuestran la lucha del artista por conseguir una mejora que se ve reflejada en un álbum que se distingue en su mirada melancólica a los tiempos en los que el rock importaba demasiado. Western Shore baja el ritmo para enseñar un corte brillante que marca la estela que no se agobia en su larga duración.

Posiblemente Flower Bomb sea la canción más bonita que Bingham haya creado nunca. La rabia de un joven de 30 años con ojos de anciano que busca la explicación de aquellos que llenan sus viperinas lenguas de democracia e igualdad mientras queman la esperanza como ven arder los billetes que tanto aprecian. Heart of Rhythm aparece como la perfecta réplica de un actual Springsteen del sur estadounidense demostrando que está preparado para tomar el relevo de la cúpula del rock con conciencia del país de los estados, susurrando mientras una lima pasa por su lengua bajo el contorno de un piano endiablado secundado bajo guitarras fuera de control. The Road I’m On es otra buena prueba de 2:22 minutos. Ha nacido para ser el nuevo Bruce. Guess Who’s Knocking es una endurecida carta que aprueba un rock más pesado de fácil calado y que viste perfectamente un nuevo álbum que demuestra que la tradición estadounidense alejada del hipster de palabra, el rapero de brillante y la diva de vocoder sigue viva en un momento en el que los oídos necesitar armas para combatir la injusticia y dar voz al grito sordo.

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