Quizás hasta ahora sea más conocido por su rol en la banda de Kurt Vile, The Violators, pero con este trabajo Steve Gunn encuentra realmente su lugar, plagado de buenas melodías, cruces espléndidos entre distintas influencias y paisajes ambientales tan bien construidos en Time Off (2013) que en cuestión de segundos te envuelve y te transporta al ritmo de sus portentosas guitarras.
Un músico tan prolífico que es complicado numerar su catálogo, repleto de álbumes, EP’s, sencillos, colaboraciones y distintas bandas. Lo que sí es cierto es que este es su primer álbum con una banda al completo, acompañado por John Truscinski a la batería y Justin Tripp al bajo. Ambos asientan una base cómoda, construyendo un esqueleto en cada tema que se amolda a la perfección y donde las guitarras deambulan a su gusto en vastos ejercicios de improvisación confeccionados capa a capa, suaves pero llenos de rock n’ roll, porque no es necesario abusar del volumen para ser rabiosamente intenso.
Abriendo con Water Wheel y los demás cinco temas consecutivos que conforman este nuevo trabajo, existen retazos del Led Zeppelin acústico, arraigado a sus raíces, visiones de un folk que se aferra a “riffs” constantes y repetitivos, vestido a partes iguales de drone rock, psicodelia y blues. Las machacantes líneas de guitarra suenan pacíficas aun así, tornando su robustez en una hipnosis psicodélica a medida que las líneas se diversifican, creando ramajes enrevesados entre lo eléctrico y lo acústico al tiempo que expande su espacio sonoro.
La grácil técnica de Gunn apela al jazz y al blues en un sentimiento oscuro, donde la luz nunca llega a entrar del todo debido a una guitarra que llora y chilla de rabia en cada nota. Su capacidad solista se ve igualada por la rítmica, melodías como en Old Strange, potentes y dinámicas, aunque la misma nota pueda ser tocada incesantemente. Su voz discurre por el mismo estilo que las seis cuerdas, claro heredero del blues, del country, suave aunque sin contención, profundo e intenso a pesar de la tranquilidad que desprende pero no infunde paz completamente, acompañado por una inquietud que inconscientemente emana a su vez de esta.
Recoge el fruto de géneros clásicos sin sonar antiguo. Aporta una visión personal en una mezcla muy bien medida que otorga ese sello de atemporalidad al álbum. Si cierras los ojos, sus canciones te empujarán a un estado mental distinto, guiando el viaje apaciblemente con una sombra acechante de incógnito, una sombra que puebla cada tema y lo encumbra hacia un misterio y una ambigüedad que simplemente no se puede resistir. El mejor camino es dejarse perder entre sus texturas y aguardar el fin de un tránsito que resulta demasiado corto en tan solo seis temas, los cuales sacian, pero despiertan las ganas de ver hacia que más sitios su serena mano te podría transportar.
7.9