El pasado lunes la banda londinense pisó la capital con la intención de presentar su nuevo álbum, ‘Let’s Go Extinct’ (New World, 2014), y la única inquietud que rondaba mi mente de camino a la madrileña sala But respondía al deseo de que el directo, que en escasas horas iba a presenciar, fuese incondicionalmente superior al reciente estrenado disco. Que no nos engañemos, no está mal, pero sobre el escenario tenía todas las papeletas de ganar posiciones, y así fue. Con sus fans aguardando impacientes y después de que Lilies On Mars caldeasen el ambiente, Simon Balthazar y los suyos irrumpían en escena con esa elegancia innata en los de Londres.
Cada uno se adueñaba del instrumento correspondiente y los primeros acordes de ‘Ghosts’ cogían forma y velocidad, un estreno infalible antes de meterse en faena con ‘Let’s Go Extinct’, que arrancó los primeros bailes y sonrisas entre el público. Ni los contratiempos técnicos sufridos, ni la pésima acústica a la que nos tiene acostumbrados la sala But, empañaron la puesta en escena de Fanfarlo. Llegaba entonces la hora del juicio final, la prueba del pañuelo para los músicos, el estreno de ‘Life in the Sky’, que lejos de sonar frío como el cielo nos acercó al averno a golpe de trompeta. Era el momento de recuperar la preferida del público, ‘Deconstruction’, envolviendo la pequeña sala en una atmósfera de fiesta, ajena a todo problema que pudiese acontecer más allá de la calle Barceló.
Puede que el secreto que se esconde tras ‘Let’s Go Extinct’ sea el maravilloso juego realizado entre la variedad e infinidad de instrumentos, ventaja con la que cuentan siempre y cuando la coordinación sea escrupulosamente perfecta. La suya lo es, y así nos lo quisieron mostrar el lunes; con insaciables dúos de saxofón y trompeta que dejaban literalmente sin aire, el inesperado protagonismo de una sierra musical o la maravillosa melodía de violín a manos de Cathy Lucas en ‘Luna’, una de las más solicitadas por los allí presentes.
Si el propósito en un principio era descubrirnos su último álbum, el deseo se vio truncado por una marabunta de antiguos hits, coreados fervientemente, que intercalaron de forma intermitente con sus canciones más nuevas, como es el caso de ‘A Distance’ que nos mostraba la faceta de un Simon inquieto jugueteando con sus shakers y un saxofón. La perfecta organización y armonización de la banda volvía a quedar patente a la hora de ofrecer un giro radical a su primitivo setlist.
Distraído en sus particulares bailes, interactuando y brindando asiduamente con el público, Simon Balthazar se ganó los elogios de sus fans y mientras se despedían con pena y demostrando su amor incondicional por Madrid, resurgieron para tocar un obligado final formado por dos únicas canciones; la tranquila ‘Let’s Go Extinct’ con sus tintes espaciales que nos meció suavemente en el calor de la noche y la majestuosa ‘The Walls Are Coming’ de final infinito.
Abandonaron el escenario lentamente con la necesidad de disfrutar su momento, con el sentimiento de no querer irse, con la sensación sufrida por un niño al que obligan a irse a la cama con la fiesta aún sin acabar. Fanfarlo se despidieron de nosotros con la consciencia de habernos hecho viajar por el espacio durante 75 minutos, por un universo plagado de trompetas, saxofones, violines, bongos, teclados y cualquier otro instrumento que se encontrase ayer en el escenario de la sala But.