La banda tejana Okkervil River y los neoyorquinos The Drums fueron los encargados de animar la noche del jueves en el Circo Price.
Ambas ejemplificaban dos maneras contrapuestas, no de entender la música, sino de entender la formación de una banda.
Okkervil River salieron sin fuelle, pretendiendo embelesar al público con sus pasajes instrumentales y sus variaciones de instrumentos; pero fue cuando el fantástico frontman Will Sheff llevó a la banda a pasajes más veloces e intensos cuando se pudo disfrutar del potencial de los músicos.
Continuos cambios de instrumentos (salvo el bajista, el cantante y el batería todos tocaban al menos tres diferentes a lo largo de la actuación) demostraban la cuidada sonoridad de la que hizo gala constantemente el grupo mientras al bueno de Will le daba por descargar toda su agresividad en el escenario; todo para acabar con el ya clásico, hasta en bandas de pop, lance de guitarras al suelo sumado a una orgía sonora ascendente.
Cuando subieron The Drums al escenario el sonido empezó a ser casi perfecto, completamente compensado a diferencia de Okkervil, que con sus constantes cambios de instrumento provocaban que hubiera momentos de incertidumbre sobre lo que sonaba y lo que no.
Cinco intérpretes y Johnathan Pierce el único que realmente daba la impresión de dominar su instrumento, la voz. El guitarrista Connor Hanwick (antes batería) de la banda dio auténticas razones a sus compañeros para odiarle, constantemente demostraba no saber siquiera qué estaba haciendo. Sin embargo, y aunque parezca extraño, todo seguía sonando genial, sus compañeros no reparaban ni en sus pausas.
Teníamos por un lado a los tejanos, todos ellos músicos excelentes por separado, pero que en conjunto ofrecían algo que no era nuevo, no seducían en el escenario, no tenían nada que decir. Por contra, se puso de relieve en la actuación de los Drums tenían mucho más que decir de lo que eran capaces musicalmente, su propuesta era fresca y su idea clara aunque no dominen la técnica. Pierce y sus formas de nerd exageradas hipnotizaban al público y le abrían la mente a la propuesta musical supliendo las carencias instrumentales.
Momentos mágicos regalaron The Drums con la recién estrenada Money (a una velocidad mayor que la hacía más interesante en directo), Forever and Ever Amen y I Need Fun in My Life, coreada por todo el público. Se marcharon tras los bises sin hacer caso del público que ya cantaba Let’s Go Surfing. Deshechar un hit por principios musicales, está claro que lo que se ve en el escenario es reflejo del espíritu de la banda.
Fotos cedidas por Heinekenpro.com / fotógrafo: Carla Mir
Artículo: F.Naval