El coleccionista es un animal solitario. La pasión no radica en el uso que pueda dar a los artículos que consigue; es poseerlos el fin que la mueve. Algunos pueden expandir ese interés y acaparar un enorme catálogo de ese producto «X» que no abandona su mente, mientras otros deben conformarse con los restos. Pero Zero Freitas no piensa dejar migajas para nadie porque quiere todos los discos que existen en el mundo.
El brasileño, dueño de una exitosa línea de autobuses de los suburbios de São Paulo, ha sido el objetivo de un vasto perfil del New York Times en el que confiesa tener, aproximadamente, varios millones de álbumes. No puede estar seguro. La ingente cantidad que puedes ver en la imagen superior es incalculable.
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Para tratar de abarcar todo este material, ha requerido la ayuda de varios estudiantes universitarios, quienes están catalogando cada uno de los vinilos que lo conforman. “Seguramente lleve unos 20 años”, confiesa Allan Bastos, uno de tantos agentes que el magnate del transporte tiene repartidos por el mundo para hacerse con más discos, los cuales suele comprar en colecciones de celebridades como Bob Hope o de clásicas tiendas como Colony Records.
Un colección de Cuba de 100.000 álbumes, 3.000.000 del antiguo dueño de una tienda de discos y así, con cada nueva adquisición, su catálogo seguramente se ha convertido -a falta de poder llegar a una cifra concreta- en el más grande del mundo. Una obsesión enraizada en la infancia que no parece tener límites.