Lost in translation supuso un bombazo para Sofía Coppola. Bill Murray y Scarlett Johansson protagonizaban una bella película sobre dos personas solitarias que se encuentran en una ciudad extraña y artificial, Tokio. Allí entablaban una amistad que cambió sus vidas y la de muchos de los espectadores. La película se convirtió en un título de culto. Sofía Coppola pasó a ser una directora a la que tener en cuenta. Tras su fallida versión (modernísima) sobre María Antonieta, la hija del director de El Padrino ha vuelto a probar suerte con la misma fórmula de Lost in traslation. Ahora se llama Somewhere. Y el protagonista también es un actor, esta vez interpretado por Stephen Dorff.
Sin embargo, Somewhere es una película vacía, hueca. El envoltorio es sobresaliente, realizado por alguien que sabe rodar y sacar el mayor jugo posible a las escenas más íntimas. Pero la historia está vacía de emociones. Aunque igual esa es la pretensión de la directora.
Coppola describe la triste monotonía diaria de un actor de Hollywood. Mujeres, alcohol, y soledad. Stephen Dorff no tiene el suficiente carisma para cargar con el peso del film, pero sabe lanzar ciertas miradas tiernas que casi convencen. Un día aparece, para quedarse un tiempo, la hija de este actor –que tuvo en un noviazgo fallido- interpretada maravillosamente por Elle Fanning. La niña de 11 años será el punto de inflexión en la vida del actor.
Sofía Coppola factura una historia compleja con varias escenas memorables y con sentido del humor. Sin embargo, nada de lo que cuenta perdurará en la memoria de los espectadores. El motivo: no hay tanta sensibilidad, ni negrura, ni veracidad como la que hubo en el film protagonizado por el gran Bill Murray.
Es una obra fallida, si lo que pretende es emocionar. Si por el contrario lo único a lo que aspira Coppola es mostrarnos la vacuidad de la vida de un prestigioso actor, lo ha conseguido. Nunca nadie fue capaz de transmitir tan poco con tanta pretensión lírica en cada imagen.