¿Quién es Bobby Long? Un alcohólico derrotado por la nostalgia. Profesor de literatura. El hombre que encarna los excesos de Nueva Orleans. Un llorón. Un vividor. Un sabio. Viudo. Enamorado de lo amargo. Gordo. Un tío que se tiñe el pelo color platino y le queda bien. El colgado que mejor baila. Mal padre y el mejor papel de John Travolta. Todas estas cosas es Bobby Long.
A veces a uno le llegan sin querer películas pequeñas que guardan maravillosas historias. Este es el caso de ‘A love Song for Bobby Long’, titulada en nuestro país como ‘Una canción del pasado’ (qué buen gusto tienen las distribuidoras ibéricas…). El director, un tipo llamado Shaine Gabel, es un desconocido para la mayoría, y así seguirá siendo puesto que esta película de 2004 es su primera y única por el momento. Estos señores que hacen arte una vez en su vida, lo hacen bien y después desaparecen del mapa me provocan una tremenda curiosidad.
Este drama acompañado por una banda sonora repleta de sonidos americanos relata como una chica solitaria llamada Purslane (Scarlett Johansson) va a Nueva Orleans tras la muerte de su madre, a la que apenas conocía, y en lugar de encontrar su casa vacía comprueba que allí viven desde hace años dos amigos de su progenitora: Bobby Long (del que ya hemos hablado) y Lawson Pines (un chaval que escribe la biografía de Bobby).
Esta canción de Nathan Larson describe la irritable melancolía del borracho Bobby Long. La guitarra intima con el oído y consigue con ayuda de más cuerdas un final desgarrador para una sintonía que encuadra a este maravilloso personaje escrito con un amor infinito e interpretado con todo el talento de un tipo que siempre fue mejor que él mismo. Con todos ustedes John Travolta:
El actor interpreta aquí Barbara Allen, una balada originaria de Inglaterra y Escocia. Sabíamos que Travolta bailaba bien, pero no que podía emocionar tantísimo con su voz. Esa pinta de perdedor ayuda, desde luego.
Nueva Orleans se respira en cada secuencia, en cada plano y en cada canción, claro. Larson, el encargado de construir esta bonita banda sonora, acude a uno de los grandes músicos nacidos cerca del río Misissippi. Ese negro de dedos mágicos llamado Lonnie Pitchford.
Su voz lánguida acompaña a esa guitarra que nos hará mover las piernas irremediablemente. Un blues vivo que marca a fuego el denso calor que se respira en el sur de los estados unidos. Un lugar bastante más sucio de lo que podríamos imaginar.
Esta maravillosa película enterrada bajo las superproducciones debería ser reivindicada más a menudo.