Almas En Venta (I): La Falsa Madurez

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Siempre he visto con cierta desconfianza, algo de tristeza y sobrado recelo el fenómeno de las celebridades infantiles, rostros inocentes camuflados como artistas y manufacturados como máquinas inacabables de rentable “merchandising”. De lado dejamos al auténtico talento de aquellos niños y niñas que realmente lo han demostrado, los cuales han probado con el tiempo ser increíbles artistas, desde Christian Bale hasta, comulgues más o menos con su estilo, Justin Timberlake. Estos son los pocos afortunados que han logrado, a base de esfuerzo y una dirección propia, desligarse del incesante estigma que muchos han sufrido y ha significado su caída en el olvido. Hoy los culpables son aquellos que, descaradamente, tratan de buscar el éxito a base de fachadas inverosímiles y estrategias comerciales que distan abismalmente de todo lo que encierra el significado de artístico.

En pos de ahorrar algo de tiempo, entendamos a los siguientes acusados como un ejemplo destacado de otros tantos existentes.

Miley Cyrus. Justin Bieber. No existe un ejemplo más claro que la hija pródiga del country pop (lo sé, el término a mí también me duele) y el, seguramente, canadiense más odiado de la historia (a la par que amado). Si bien la primera ha demostrado un cambio más drástico, ambos están en plena estrategia comercial de reforma de imagen, “rebranding” como algunos podrían llamarle; usar dichos términos en músicos ya delinea el talante que ambos puedan tener. Ambos surgieron como productos de masas, entretenimiento aceptable para todos los públicos y altamente rentable. Pero, por supuesto, pasados los veinte cantar sobre piruletas y líos de instituto puede resultar ciertamente extraño.

De ahí el cambio de imagen. Es obvio que su vida no es igual y ello se debe reflejar en su trabajo, pero aquí no engañan a nadie. O sí, que es lo preocupante. El ejército que moldea su imagen sabe perfectamente lo que debe hacer y este radical giro en su dirección, con el fin de rediseñar a su medida una imagen más madura, no falla a la hora de expandir el público objetivo a alcanzar. Porque son una marca, su imagen vende tanto o más como su música y, como toda empresa interesada, a veces es necesario replantearse el producto. Su género da poco pie a la expresión personal, siendo al arma favorita de una industria que aun sabe cómo sacar tajada. Los gestos planeados de Bieber en su intento de pubescente chulería o los atisbos de Pink o Lady Gaga en el último We Can’t Stop de Cyrus –un vídeo en el que el seguidor tratará de buscar un significado rebelde que simplemente no existe, como la cantante ya afirmó-, siguen modas, copian estilos y actúan en fórmulas probadas que no fallan, manufacturando un espíritu auténtico que si fingido se desenmascara a sí mismo.

Vender tu alma al diablo resulta tentador. Este es el primer capítulo sobre la debilidad de una inocencia que no atiende a moral cuando se trata de conseguir su meta. Niños triunfadores a los que no han dejado encontrar su propia voz al moldearlos como un producto perfecto, una tendencia que no acaba en la dulce infancia, pues ellos solo son los primeros.

José Roa
José Roa
Músico y periodista, formó parte de HABLATUMÚSICA.com de 2010 a 2014, llegando a ser editor jefe y alcanzando especial repercusión con su columna 'La Guillotina', editada en 2013 y 2014.

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