A veces ocurre que una película sirve como escenario para descubrir un talento inconmensurable. Con Oblivion pasa esto, a medias. Evidentemente no hablamos de Tom Cruise, perfecto en su incansable búsqueda de proyectos que le hagan vivir una segunda juventud, ni de Morgan Freeman u Olga Kurylenko. Tampoco es Joseph Kosinski, que sí que demuestra que dentro de su cabeza hay potencial pero que sin embargo parece no querer explotarlo aún. El diamante en bruto es Anthony Gonzalez, el autor de esta banda sonora portentosa, llena de extraños paisajes y de momentos musicales rebosantes de belleza e intensidad. El descubrimiento es a medias porque Gonzalez lleva desde 2001 sacando discos con M83 y el último, Hurry Up, We’re Dreaming, es sencillamente de lo mejor que se pudo escuchar en 2011. Sin embargo, el francés ha conseguido multiplicar su talento para adornar esta entretenidísima travesía por un planeta tierra desolado tras una invasión extraterrestre allá por 2077.
Dicen que Joe Kosniski escribió el relato en el que está basada la película pensando en un tema de M83. Y también dicen que Anthony Gonzalez lleva bastante tiempo queriendo componer bandas sonoras. Esta unión, por tanto, era inevitable. Pero resulta que además Joseph Trapanese, el orquestador de TRON: Legacy y colaborador del ya mencionado Hurry Up We’re Dreaming, entró en la ecuación. Un binomio perfecto. Al igual que hizo con los sonidos de Daft Punk en el remake de Tron -elevar a la excelencia esas melodías que caminaban entre sintetizadores, adagios y timbales- aquí ha agarrado la atmósfera creada por M83, unas veces nostálgica y otras veces explosiva, para hacer de ella algo grandioso.
Será complicado olivar en mucho tiempo algunas de las más elegantes y bellas imágenes que se hayan visto en la última ciencia ficción. Esa piscina flotando en el cielo nocturno mientras dos seres rabiosamente atractivos juguetean bajo el agua es un ejemplo. Y de fondo el maravilloso corte titulado StarWaves.
Vangelis nos enseñó con su Love Theme de Blade Runner lo bien que combinan los instrumentos de aire con esos detalles electrónicos que contextualizan la atmósfera opresora de una ciudad hecha de gases, lluvia y fideos chinos. En este caso Gonzalez comienza con una melodía suave, aunque intensa, para explotar hacia la mitad con la sinuosidad de un sintetizador afilado que precede a la batería y las trompetas que marcan el final de una canción emotiva y perfecta.
La maestría con la que el francés utiliza la percusión como vehículo para retratar la incertidumbre, la tensión y el miedo se desata en la última parte de Radiation Zone. Poco más de un minuto para un solo de guitarra perfectamente orquestado que sirve como marco idóneo para uno de los momentazos del filme.
Oblivion es una película de ciencia ficción donde se dibujan los trazos de una reflexión sobre el ser humano y su lugar en el universo. Sobre la soledad y la belleza infinita de un planeta que necesita urgentemente alguien que lo cure. Pero realmente nada de esto termina por importar. La película de Kosinski solo es un ejercicio visual brillante, que además (y esto es muy complicado) desborda emoción sobre todo en los dos primeros tercios de metraje.
¿Una película imprescindible? Sí, si gracias a ella apuntamos el nombre de Anthony Gonzalez para inscribirlo en el Olimpo junto a Cliff Martinez o Jonny Greenwood (que no sólo de electrónica vive el hombre).