- ★★★☆☆
- por Pedro Moral
El cine francés es revolucionario, visualmente único, pausado, complejo y profundo, revelador en muchas ocasiones y fascinante en otras. Pero los franceses nunca han hecho buena comedia, su sentido del humor es antipático, obvio, caricaturesco y rancio cuando se dedican a él, cuando por el contrario solo lo utilizan como guarnición de un drama consiguen la risa inteligente, la más satisfactoria. Hasta Jean-Pierre Jeunet ningún francés había conseguido hacerme reír gustosamente con una comedia. Este año ya lo han logrado tres directores, Olivier Nakache y Eric Toledano con la maravillosa Intouchables y Emmanuel Mouret con esta comedia romántica dividida en episodios titulada L’art d’aimer.
Hablar del amor siempre se les ha dado bien a los artistas franceses. Y el amor, su búsqueda y sus consecuencias son los pilares de esta película dividida en pequeños relatos. El comienzo es empalagoso o quizá es culpa mía, nunca me ha dado por relacionar el enamoramiento con la música, me parece cursi y excesivo. Pero cuando Mouret entra en materia y comienza el primer episodio todo en este filme empieza a funcionar. L’art de’aimer no es una película profunda ni tampoco desternillante pero está rodada con gracia, es ágil y tierna. Estamos ante un divertimento bien construido, muy disfrutable y por el que merece la pena entrar en una de esas salas oscuras, sentarse en una de esas butacas y dejarse llevar por la hilaridad del romanticismo.
El filme ocupará un lugar mucho más alto en la estantería que aquella bobada soporífera llamada Paris, je t’aime donde cada capítulo se hacía eterno. Pero aunque la risa tonta se contagie no estamos ante Woody Allen. Es cierto que las infidelidades son una parte importante de dos de las historias del filme pero su profundidad es tan leve que el director neoyorquino difícilmente se podría ver reflejado. El capítulo que más se asemeja al cine del estadounidense es el del matrimonio anciano en el que ella se sincera con él y le suelta esa cosa tan normal que es la atracción por otros hombres de su entorno que no son su marido. La mirada atónita de él y el condescendiente final de la historia recuerdan mucho al director de Manhattan. Pero por algún motivo este es el episodio más breve. El ritmo de la película debe seguir en lo más alto y las reflexiones tienen que reducirse al mínimo.
L’art de’aimer tiene pretensiones de comedia ligera, aunque de calidad… eso sí. Como se demuestra en el episodio que protagoniza François Cluzet, este magnífico actor demuestra lo cómico y penoso que puede llegar a ser. Su personaje tendrá que lidiar con el desesperado arte de la seducción hacia una dama tan exasperante que dan ganas de asesinar. Paciencia, esta es la enseñanza que casi se agota.
El sexo como piedra angular de las relaciones es otro de los temas principales de la película. El episodio elegido para culminar esta comedia relata los encuentros sexuales de dos personas desconocidas que acaban por enamorarse sin utilizar ni los ojos ni las cuerdas vocales (al menos que no sea para gemir).Lo de que el amor es ciego es muy viejo pero es complicado contarlo con tanta gracia y originalidad como lo hace Mouret en estos últimos minutos de metraje.
A pesar de que a esta película le falta mucha mala baba y le sobran demasiadas buenas intenciones es una gozada disfrutar de su humor naíf y su escueta impertinencia. Es cierto que se echa en falta un toque amargo pero por otro lado el público está arto de todo lo relacionado con las inseguridades y las crisis.
La gente está desando ver historias que terminan bien. No les culpo… bastante jodidos estamos ya.
