Hubo una época en la que la sociedad española veía Eurovisión como veía a las suecas lucir bikini en Benidorm. Orgullo patrio encerrado entre tecnocracia y escopeta nacional con Massiel, Salomé y Raphael. España lucía en Europa un manto falso de modernidad pop que no pasaba de las películas de Los Bravos y del bigote de José María Íñigo. Pasados los años, el continental festival de la canción ha ido perdiendo el interés como el prestigio, pero los que deciden, tan fieles a las tradiciones, ni se les pasa por la cabeza dejar de participar.
Dicho festival salió a escena en el Congreso la pasada semana ante una pregunta del diputado por Izquierda Plural Ricardo Sixto. Aquello volvió a traer al recuerdo el fracaso de El Sueño de Morfeo. Fue a Leopoldo González-Echenique, presidente de Radiotelevisión Española que andaba por allí para dar cuenta de las últimas novedades de TVE, al que le tocó responder, declarando que Eurovisión fue un chollo y que sólo costó a los españoles 398.615 euros. Mucho más barato que en otros años.
Las arcas españolas han pagado cerca de dos millones de euros en las últimas cinco ediciones, un lustro que ha contado con El Sueño de Morfeo, Pastora Soler, Lucía Pérez, Daniel Diges y Soraya Arnelas. Federico Llano, director de festivales de RTVE, declaró que es económico si se compara con la audiencia que tiene. Justificar Eurovisión por lo que vale es como comer patatas podridas porque son baratas y alimentan igual. El concurso no deja de ser un dinosaurio que está fuera de los tiempos y su valor cultural es nulo pese a que Llano aclare que es «contenido cultural» y «alimenta la imagen de la cadena». En la época low cost todo se justifica con lo económico.
Fue en 2008 cuando Buenafuente vistió al actor David Fernández de Rodolfo Chikilicuatre y lo envió a Belgrado. Las votaciones abiertas así lo decidieron. Fue el primer y último año que la cadena pública dejó participar a todo el mundo y votar en consecuencia, evidenciando que a la gente le va la marcha y que pasa completamente del festival.
¿Tiene sentido Eurovisión? ¿Es Cultura? ¿En qué beneficia al país? El festival se celebra cada año en mayo y la formación española que acude tiene asegurada una buena fuente de ingresos gracias a las contrataciones por diferentes localidades para sus ferias y fiestas. Es ahí donde está el negocio y no en la promoción cultural de la que hacen gala los directivos de RTVE.
¿Qué os parecen las cifras que se han gastado (de dinero público) en Eurovisión?