Los anales de Rod

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En ese mundo editorial que aún sigue siendo rentable y por el que ya ha pasado Keith Richards contando todo lo que ya se sabía, Pete Townshend o Ron Wood, Rod Stewart ha decidido pasar por el aro y publicar Rod: The Autobiography, libro que, de publicarse en España, se llamará de cualquier modo excepto el evidente. Ha hecho falta esperar a la vejez de aquella pandilla para que nos cuenten, del puño y letra de su negro, toda una vida que equivale a la de mil funcionarios. En estos tiempos de contraste, debemos esperar a que las grandes estrellas lleguen a los 70 años para que suelten prenda cuando las del pop y los futbolistas las escriben con 20. Grandes cosas han debido vivir para escribir 300 páginas.

Últimamente costaba tener noticias del escocés londinense. Alguna vez se levanta de su butaca en el Celtic Park para castigar con socarronería británica al equipo bonito de Glasgow, ese que juega en una liga a la española. Poco más. Ya costaba incluso recordar su voz rota, sus canciones y su ironía, dejando únicamente para el recuerdo colectivo su peinado de buena jubilada tras el picoteo de media docena de gallinas y una bruma de esa forma de vestir que tiene de Bisbal y de Richard Gere en El primer caballero.

Alejados de los pertinentes affaires que otorga toda buena vida de rockero cabra que tira al monte y centrados en la parte estupefaciente, el viejo no tiene reparos en colgarse cierta medalla en modalidades de consumición. Stewart, bajo esa tendencia anglosajona a probar por diversas cavidades los distintos efectos, afirma que llegó a consumir cocaína analmente, con todos los destellos que la autocensura de la mente y el buen gusto permita evocar. El antiguo líder de los Faces y sus colegas se dirigían a la farmacia más cercana, compraban cápsulas contra el resfriado y cambiaban su contenido contra el dolor de garganta y la mucosidad por un poco de esos polvos mágicos, esperando para afrontar un viaje cósmico por los bajos fondos del cantante, donde hacía su efecto. El bueno de Rod no duda en sentenciar que todo se conseguía porque “el cuerpo humano es una cosa maravillosa”. Según que público lea las declaraciones, puede parecerle que Stewart perdió más o menos la dignidad, pero debería tomar en cuenta que al menos consiguió su objetivo y salvó la nariz.

J. Castellanos
J. Castellanos
Periodista. Formó parte de HABLATUMÚSICA.com de 2011 a 2014, llegando a ser redactor jefe.

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