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Robin Thicke decidió que quería dejar de ser un fracasado durante unos instantes. Para ello organizó un plan tan simple como efectivo y que se repite en el mundo de la Música con una asiduidad pasmosa. Si la gente sigue picando, ¿cómo no va a hacerse? Universal -su sello- «reformuló» unas cuantas canciones de Marvin Gaye y, como colofón, le metió en un vídeo con Pharrell Williams y tres modelos desnudas.

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A aquello le llamaron ‘Blurred Lines’ y hoy lleva más de 300 millones de visionados en YouTube. Se ha convertido en lo que en la actualidad se conoce como éxito. Soft porno, sexualidad distorsionada y la idea de que el hombre está por delante de la mujer han sido las armas para convertir al vídeo -y a su canción- en uno de los temas musicales del 2013 para el público masivo.

Thicke no está solo. ‘Drinking from the Bottle’ o ‘Summer’ de Calvin Harris, y anteriormente clips como ‘Girls on Film’ de Duran Duran, cientos de vídeos de electrónica como ‘Satisfaction’ de Benny Benassi u otros tantos de hip hop comercial han utilizado el poder del sexismo para atraer a consumidores.

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Un año después aparece el informe emitido por Rewind & Reframe, un proyecto británico llevado a cabo por las asociaciones End Violence Against Women Coalition y Object en el que denuncian la hipersexualización de la mujer en los videoclips y su tratamiento de objeto. El estudio ha sido llevado a cabo durante un año y posteriormente se ha enviado a grandes sellos e importantes organismos de la industrial musical.

El estudio también pasa por una serie de reclamaciones a organismos clave -como el gobierno británico- que permiten la barra libre en el videoclip y que incluyen como principal medida la regulación y clasificación por edades.

El videoclip se ha convertido en el medio más importante que el músico afiliado al mainstream tiene de llegar a la masa. El mundo es cada vez más visual y la canción ha pasado a un segundo plano; si tienes un vídeo llamativo no hace falta que trabajes en una buena canción. La viralización y todo su entramado pasan por buscar la provocación. Si es mediante el sexo o la utilización de la mujer como objeto, el trayecto es cómodo y mucho más rápido.

El machismo siempre ha atacado a la Música, ha sido ese fantasma que ha golpeado al rock desde sus inicios, que se adhirió a la cultura hip hop hasta llegar a los niveles máximos a los que hoy asistimos o a la electrónica al poco de despegar como tendencia. El videoclip ha servido para reforzarlo, dotarlo de una estética, hacerlo triunfar y con ello normalizarlo.

Desde la niñez estamos expuestos a una serie de contenidos que nos hacen ver que no hay una diferencia entre el impávido Thicke de traje y gafas de sol y la modelo desnuda y caliente que baila a su alrededor. La interiorización nos impide conocer que ni es una situación real ni tan siquiera igualitaria. El consuelo está en saber que Thicke ha vuelto al hoyo del que nunca debió salir.