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6,2
- por José Roa
En el quinto álbum de estudio de Absynthe Minded, As It Ever Was (2012), la tendencia jazzística se combina con el pop o el folk en una miscelánea algo bizarra, saltando de temas que resultan más comunes a cortes de características únicas. La banda iniciada originalmente por Bert Ostyn como proyecto en solitario asienta un cambio paulatino con este trabajo, acoplándose mejor al apego general por un pop de extraños matices, dejando su moderado rock más de lado, aunque tampoco fuera nunca uno de sus mayores fuertes.
Con el tema homólogo del álbum, As It Ever Was, se sintetiza muy acertadamente la dinámica del disco. Como base principal el pop asienta los comunes cimientos a unos temas que, de no ser por sus singulares detalles, no destacarían del ingente montón de mediocre normalidad en este género. Pero, como digo, estos detalles existen y son los que marcan la diferencia; porque repetir los mismos cuatro acordes que todo el mundo no vale, por muy bien que suenen.
La primera mitad del álbum mantiene este recorrido. Space o End of the Line ofrecen ese acercamiento manido, correcto, salvados por pequeños detalles que devuelven la atención al disco y una voz por parte de Ostyn interesante, suave pero intensa en su interpretación y con melodías ocurrentes que se ven reforzadas por voces secundarias variadas en su aparente simpleza (no nos encontramos con un coro de ópera, desde luego), como muestran en Only Skin Deep. En su segunda mitad, desde la cautivadora peculiaridad de las acordes disonancias de Little Rascal, comienza a relucir el auténtico valor de esta banda, ofrecen algo personal pero que, aun así, no desentona en el común del álbum.
Con 24 7 empapan estas clásicas estructuras con un sabor a soul innegable, el cual dota de esa variedad que tanto requería el álbum. La única referencia al rock se encuentra claramente en You Will Be Mine, un tema galopante que, sin elevar el ritmo o el volumen demasiado, su particular visión del género la vuelve interesante. Como otro factor común importante en su trabajo y definitorio en su estilo cabe destacar la predominación de melodía sobre técnica, vista en líneas detallistas que adornan cada tema y unos estribillos que consiguen explorar melodías sencillas y pegadizas que no suenan calcadas. En Picture in a Frame retoman su predilección por el blues más pausado en un tema que juguetea con el género, maleándolo de una manera que expande su definición hasta donde los límites se vuelven difusos y sirve de antesala a uno de los temas más originales del álbum, Crosses.
Los violines pueblan el álbum en arreglos y armonías que dotan a los temas, en muchos casos de ese detalle redentor de sus primeros temas y en Crosses alcanzan su zenit tanto técnico como emocional. Arranca con una línea inquietante de piano, tras la cual sigue un ritmo que recurre a la tradición balcánica en un tema rápido que se une a las distintas influencias actuales en una combinación fascinante que, sin lugar a dudas, representa la cota más álgida del álbum. Un álbum que aunque recaiga en fórmulas comunes, siempre existe un matiz distintivo y una sensación de novedad que, ficticia o no, resuelve el problema. Una primera mitad que no llega a aburrir pero de la que resulta fácil desconectar a ratos, salvo en esos detalles, numerosos, que al captar tu atención te harán darte cuenta de que antes la habías perdido. La segunda mitad reaviva el interés con unos temas originales, bien trabajados, más propios y con un ambiente sombrío que inspira unas composiciones de mucha más profundidad y personalidad.