Abres las páginas de un diaria ajeno, curioseas entre su intimidad y la profundidad de lo propio e inconfesable. Te sientes ligeramente mal, la maldita conciencia siempre arremete y no sabe permanecer callada. Esa sensación infame y excitante sucede de igual modo en el segundo álbum de Angel Olsen, página a página, canción a canción, la cantante se desnuda frente a tus oídos, más allá de lo que ninguna prenda puede ocultar.
La misma adrenalina que sientes en las primeras páginas puede tornarse en pesadez a medida que los secretos se desvelan. No porque lo que cuenta no sea interesante, sino porque a veces la literatura empleada se vuelve pesada; y hablo de dos páginas a lo sumo, nada definitivo. Sabe abrir la historia con ‘Unfucktheworld’, desatar el nudo con la lobreguez de ‘White Fire’ y su emotiva melodía, y cerrar su narrativa con ‘Windows’ de un modo épico y enaltecedor. Sin embargo, algunos peldaños son más costosos que otros.
‘Iota’ engloba esa ligera dificultad al avanzar, así como su continuador ‘Dance Slow Decades’, cuyo cierre comienza a devolver la calidad al recorrido. Los ecos que envuelven su grabación en directo aportan cercanía y no llega a sonar pobre o desgastado. ‘Burn Your Fire to No Witness’ (Jagjaguwar, 2014) puede despegarte a ratos, pero en la suavidad de sus secretos y su oscura ternura, real, enemiga de lo empalagoso te hará desear que escriba más páginas en las que poder sumergirte.