Corría el 2005 en la Elliott School en el barrio londinense de Wandsworth cuando un grupo de alumnos se juntaron y fundaron una banda que, cinco años después y tras publicar su disco debut, consiguió el prestigioso premio de música Mercury Prize. La banda se llama The XX. ¿Cuál fue la clave de su éxito, además de que las canciones estaban realmente inspiradas? Las mezclas que eliminaron todo aquello que no fuera fundamental, a cargo de un miembro del grupo. En el instituto nadie habría dicho que Jamie Smith tuviera un grupo. Un chico tímido, callado y muy metódico que había los ritmos de la banda. De hecho, el mismo Jamie, más conocido como Jamie XX, no deseaba subirse a un escenario cuando empezó. No era lo que más le gustaba. Sin embargo, fue el que se lanzó a mezclar el disco de The XX para que todo quedara a su gusto. Ahora es uno de los Dj’s más conocidos en el panorama musical independiente.
Cada vez hay más abundancia de este tipo de pequeños genios ocultos en sus burbujas de cristal que estallan de vez en cuando. No hace mucho, comenté cómo en 2010 un tal Ernest Greene volvió a su casa y compuso con el nombre de Washed Out canciones que fueron toda una rebelación desde su dormitorio. Así, poco a poco han ido surgiendo seguidores de la experimentación musical más cercana al uso de métodos casi matemáticos. En la actualidad musical, el reflejo de este hecho ha sido el brutal incremento de la creación de múltiples géneros musicales que beben de fuentes cada vez más recónditas con el único objeto de seguir innovando, como si se tratase de una carrera espacial.
El Witch House es sin duda una de las ramas interesantes de todos estos movimientos minoritarios que han surgido recientemente. Este género es realmente paradigmático sobre la rapidez con la que surgen movimientos de este tipo. El nombre, por ejemplo surgió de las bromas de Travis Egedy de Pictureplane y sus compinches. El estilo mezcla influencias que otros no se atrevieron a combinar antes, o para las que hacía falta que llegara el momento propicio. En concreto, según su definición bebe de los ritmos del rap de los 90 y los combina con el minimalismo dubstep y la sonoridad lo-fi.
Un tal Alec Koone ha decidido darle una vuelta de rosca a este género (aunque parezca algo demasiado prematuro), uno más del club de las burbujas que han estallado. En su proyecto Balam Acab y su primer disco, solo ha confirmado lo que ya todos sospechábamos. Que él no veía ninguna barrera para conseguir reflejar en la electrónica un nuevo tipo de sensibilidad, más allá de los ritmos y de los juegos progresivos. Más allá de crear una canción, un laberinto o un puzzle.
La primera sensación que da cuando has terminado la primera escucha de Wander/Wonder es que, probablemente, no has conseguido entender el mensaje que quería enviar su creador. Es de una naturalidad que casi parece fruto de la música aleatoria propia de la técnica compositiva de John Cage allá por los años 50. Mezcla sampleos varios de gotas de agua- que son toda una obsesión que roza lo mitológico con su nombre-, con algunos recursos soul, y otros en clave de música clásica. Se olvida un poco del rap y se encarga de llevar a la abstracción todos esos sonidos que se convierten en reiteraciones más bien ambientales. Debido a esta abstracción, es complicado entrar fácilmente en la línea de la canción, por lo que la estructura parece desvanecerse a favor del olvido del tiempo, del momento en el que te encuentras y al que vas a ir.
Sinceramente, creo que es de un atrevimiento loable. Aunque no es el primero que abre la veda de caza, Holy Other ya inspira este tipo de ensoñación onírica. De hecho, las voces también recuerdan en sus momentos más líricos a los que utiliza también AraabMUZIK en su último disco Electronic Dream. Además, si hay que meter dentro del saco de Pictureplane y su witch house a Balam Acab, prefiero matizar que viaja hacia la sensibilidad de Burial, que no tiene tanto que ver con el género.
Para mí, Expect es el mejor corte para demostrar esto que digo. Aquí las gotas de agua, el arrastre de la arena y la delicadeza de unas líneas melódicas que tienden hacia la armonía clásica, casi llega a la perfección. No obstante, es curioso que las canciones no parecen tener principio ni final. A la casi operística intro Welcome le cuesta arrancar con el disco a sus espaldas, como si estuviera “atornillada y picada” (“screwed and chopped”, emblema del witch house), lo que les da a todas las canciones un sentido de indefinición que gana en reposo pero pierde en estabilidad.
Tal vez otra de las canciones que hay que destacar es Motion, una bella pieza que gira más hacia el soul y que no pierde en ningún momento la sensación de frescura del agua. En Now Time aparecen hasta pájaros, y el goteo deja paso al sonido de un granulado que se prolonga hasta el siguiente corte, Oh, Why, un tema que parece salido de una caja de antigüedades.
En general se trata de un disco experimental que introduce matices que seguramente influirán en algunos de aquellos genios de la electrónica que están por llegar. Desde luego, Alec Koone no deja de ser un músico de electrónica, algo que él siempre ha dicho y no cuesta creer. No obstante, no es un largo nada completo para mi gusto. Creo que desarrolla de forma tan meticulosa una idea que se ha olvidado por completo de que un disco mono-conceptual puede hacerse demasiado largo, aunque el suyo no resulte tan denso como puede parecer a primera vista.
TRI ANGLE[2011]
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C. Naval