Ya no es ninguna sorpresa que un dúo pueda ser contundente. Lo sorprendente es que, en estos últimos años, un grupo retome la conducta y la actitud visceral a través de la resurrección de los oldies. Hoy en día, el doctor Frankenstein prefiere tener a sus versiones del original capadas y amaestradas. Como si realmente al monstruo que viene del más allá le cuesta creérselo. Saber que está en la cima dentro de la vertiginosa y retorcida carrera hacia el mostrador abandonado de las tiendas de discos.
Ésa es la sorpresa que se lleva uno al desenvolver a arañazos el disco de estos dos tíos de Mississipi: Bass Drums of Death. Con la primera canción, Nerve Jamming, se da entrada a este universo simplista del golpe nervioso de batería y guitarra, como si hubiera prisa por mostrarlo todo de una vez, como si Joe Strummer no tuviera por qué revolverse en su tumba al ver que tiene todo un legado atribuido de raperos y pseudo-punks.
Es ese tipo de sonido chirriante que ha reinventado el garage de los los sesenta a golpe de tarareos y líneas melódicas muy comerciales. El atractivo añadido del que han podido disfrutar nuestros oídos recientemente gracias al fuzz descontrolado de Nathan Williams o los trepidantes ritmos sureños de Black Lips. El resultado de estos ingredientes, sin embargo, no te hace saltar por los aires, sino que emboba, deja totalmente enganchado ante la repetición hipnotizante de riffs sencillos y directos, pero por fin auténticos, sinceros e inspirados.
Cuando alguien vuelve la vista atrás y quiere recuperar lo mejor de una época, sabe perfectamente que hay emulaciones que exploran lo que otros no llegaron a imaginar. The Strange Boys, Fleet Foxes, The King Khan, Girls Names. Algunos han llegado a dejar encandilados a nuestra generación recuperando sonoridades que se creían explotadas hasta la extenuación. Es ese tipo de sonido que utilizan en GB City, su disco debut, los dos de Mississipi: John Barret a la guitarra y Colin Sneed a la batería.
Y es que en el disco, si uno le quita la pegatina al embase, cualquiera diría que fue grabado en los años 60-70, sin embago, hay algo de aprendizaje en lo bárbaro de la distorsión, que juega con los rugidos de la guitarra de Barret y cubre todos los huecos que puede dejar la falta de un bajo. Muy lejos de los niños macarras que agitan el pelo, que pueden verse en sus directos.
El único reproche puede ser el de que no hay una verdadera aportación más allá de la rabia y la personalidad de una voz, de una guitarra y de una batería excelentes. Si vamos una a una, cada canción tiene una fuerza diferente, pero un mismo mensaje que no va más allá del anterior. Tal vez la más destacable es Heart Attack Kid, que resume muy bien este sentimiento y se acerca peligrosamente a lo que podríamos denominar ‘sonido tarantino’- también las películas tienen su voz-. Después iría sin duda la que abre el disco, que ya he mencionado antes, y que es un golpe en la cara que, sin ninguna duda, despeja de cualquier prejuicio y abre los conductos de la percepción.
Habría que nombrar también la que da nombre al disco GB City, acelerada y con nuevos sonidos dentro de la paleta de colores. Además de la contundente Get Found. Consigue también dar nombre a las primeras sensaciones que da comenzar a escuchar un disco como éste. Se deja encontrar, se deja disfrutar, saborear y deja con deseo de más. La frescura y el atractivo-agresivo son sus fuertes; la linealidad un precio muy barato para disfrutar de un grupo tan prometedor.
FAT POSSUM[2011]
[6,7]
C. Naval
Gran artículo. A pesar de compartir el mensaje de rabia y celeridad se ha de saber llegar más lejos y juzgar la verdadera calidad del mensaje que ocultan todos los cortes del largo. Un análisis completo y crítico con las intenciones de la banda…