Con su séptimo álbum de estudio, la islandesa Björk recorre la misma senda transgresora, resumida en un trabajo donde destaca la simplicidad, la emotividad y todo un recorrido por el registro vocal de una de las mejores voces actuales, aunque peca al igual que sus últimos trabajos de un exagerado experimentalismo que a pesar de destacar entre cualquier trabajo de músicos contemporáneos, repite en exceso la fórmula de los mencionados discos anteriores y a su vez hará inaccesible este Biophilia (2011) al gusto de muchos.
Todo el disco está claramente segmentado, con una temática general sobre fenómenos naturales como las fases lunares (“Moon”), la gravedad (“Solstice”) o el ADN (“Hollow”), además de basar su estructuración musical en arpegios, armonías o escalas en cada canción de manera aislada. Una manera original de organizar un disco, basada en la simplicidad de la artista pero no es aquí donde se pueda destacar o resalte su talento, pues es como poco una manera muy básica de componer con recursos que muchos músicos reúnen en una sola canción y con una instrumentalización mucho más compleja.
Donde se aprecia el talento de la islandesa es en el uso de su prodigioso registro vocal. No solo por su increíble potencia, sino también y sobre todo por su capacidad de evocar una sensibilidad única que es desde luego lo que más se puede destacar de este álbum. En cuanto a la parte lírica, lo que en un principio parecen letras extrañas y sin sentido, acaban siendo un simposio científico sobre el tema en cuestión. Demasiado directo y frío, salvo algunos pasajes claramente alegóricos y de una tendencia marcadamente emotiva, la línea general por la que circula este álbum denota una ruptura entre la emocional voz de Björk y el académico y explicativo-científico estilo de las letras canta.
Los instrumentos utilizados para la grabación del álbum son de lo más heterodoxos, desde la bobina de Tesla hasta un gameleste en la canción “Thunderbolt”, usando parcialmente en el proceso un iPad como medio de grabación, lo cuál ya llega a rayar en un extremo muy peligroso respecto a la digitalización de los trabajos musicales. A pesar de su simplicidad instrumental, nos encontramos tiempos complejos en varios de los temas, como “Solstice” en un singular 7/4 o “Hollow” en un aún más insólito y enrevesado 17/8.
Siempre será una artista polémica y desde estos años atrás aún mas complicada de entender, lo que se refleja totalmente en este nuevo disco. Un trabajo complicado de disfrutar, aunque hipnótico en ciertos momentos y con un innegable talento por parte de la islandesa que no se deja relucir en todo su esplendor en este disco, con esquemas repetidos en sus anteriores trabajos y que llega a funcionar tan solo a media máquina
ONE LITTLE INDIAN [2011]
[5.8]
J.Roa