Antes de sonar los primeros acordes de ‘Wonderland’ (Modular, 2014), Eric Berglund advierte a tiempo: “me sentí como si hubiese abierto la caja de Pandora”, y quien avisa no es traidor. Ésta supone la segunda travesía de CEO en su carrera personal, un auténtico periplo a efectuar de la mano del sueco cuatro años después del espejismo de ‘White Magic’ (Modular, 2010).
‘Whorehouse’ nos lanza alto, muy alto, un despegue perfecto, sideral, hacia el lugar residido por los colores fluorescentes, los coros infantiles y la magia. Un inicio cegador, que no se volverá a repetir en la próxima media hora y que invita a colgarse una corona de flores, a lo Femen, o en su defecto como Berglund en la portada de su trabajo, y dejarse llevar. No es producto del LSD, es ‘Wonderland’, que tan rápido te proyecta como te retiene en ‘Harikiri’, quizás en un bosque perdido al sur de Suecia o en una selva tropical.
Rápido, escurridizo, trotando de aquí para allá, haciéndonos viajar a la velocidad de la luz, con el mayor número de gruñidos ejecutables, la menor cantidad de palabras posibles y fundiendo sus melodías pop como si de un niño juguetón se tratase. El delirio brota suavemente y el asombro se une a la curiosidad en la titular ‘Wonderland’, electrónica hedonista que luce restaurada a partir del esqueleto Hard House, con el influjo característico de CEO navegando entre samples.
La ambientación se subraya en los interludios que componen la segunda mitad del disco, ‘jUjU’ y ‘Ultrakaos’; registros lentos e instrumentales que se transcriben formando parte de la banda sonora de una película, reflejando de nuevo el poder atmosférico de ‘Wonderland’. Por desgracia, su gusto por los ecos repetitivos y estructuras fijas puede llegar a ser caótico, culpables de las vicisitudes del álbum.
La onda tecnicolor y experimentalista se propaga rápida como un tsunami, arrastrando con ella toda idea surrealista que emana de la cabeza de Berglund. Música física, sin límites, donde el secreto reside en su personalidad, capaz de destapar de cuajo la caja de Pandora y después no atinar de nuevo a cerrarla.