Chelsea Wolfe es la hija ilegítima de Nine Inch Nails y Florence + the Machine, con Marilyn Manson como sacerdote baptista. El cuarto álbum de la californiana, ‘Pain Is Beauty’ (Sargent House, 2013), es un viaje hacia la nebulosa oscuridad de atmosféricas melodías, lúgubres y pesadas guitarras que enturbian el ambiente industrial de su instrumentación y épicas voces envueltas en la soledad de los ecos que la rodean.
El título es perfecto, la atmósfera es agobiante, intensa y oscura, pero no por ello pierde un gramo de belleza; puede que incluso sea el motivo. El cabaret siniestro de ‘Ancestors, The Ancients’ o la melancólica aceptación del dolor de ‘They’ll Clap When You’re Gone’ fijan un línea constante en su trabajo, donde la celestial hermosura que aportan los violines o las acechantes teclas del piano siempre está acorralado por la tenebrosa epopeya del álbum.
Entre guitarras y sintetizadores, en ciertas ocasiones diluidos y faltos de concreción, genera los machacantes ritmos melódicos que la percusión, entonces, engrandece en una ceremonia macabra. ‘We Hit a Wall’, por citar una de tantas, demuestra lo bonita que puede ser su voz, que experimenta sin tapujos, pero también es verdad que las melodías no están del todo definidas, se chocan entre ellas. Más ambiental que directo, su cuarto álbum cumple al mostrar la belleza encerrada en lo aterrador y lo desconocido.