Pónganse cómodos en su sofá, el que no tiene chaise longue. Enciendan la televisión y elijan: ‘El Príncipe de Bel-Air‘, ‘Punky Brewster‘ o ‘Friends‘. Durante la publicidad pueden jugar con su Game Boy, ordenar tazos o dar de comer a su tamagotchi, pero no dejen de prestar atención al Alcatel, quizás reciban una llamada de su tío, el del bigote: “¿Qué prefieres: chicles con pegatina de las Spice Girls o kilométrico Boomer en caja de plástico?”. Ahora que ya estamos en los 90’, cojan su discman, les diré un disco que prolongará esta fantasía de quince años atrás: ‘Hotel Valentine’ (Chimera, 2014) de Cibo Matto.
Desde 1999, el dúo de japonesas no había vuelto a dar señales de vida y al escuchar sus diez canciones de regreso parece que no hubiese pasado el tiempo. La esencia de aquella década sigue intacta con una música a la que se le podría permitir colgarse la etiqueta de “alternativa” como no ocurre con muchas. Es cosa de su carácter propio, singular, ecléctico e innovador.
Miho Hatori y Yuka Honda se reencuentran en este álbum para vivir una historia ajetreada dentro de un hotel neoyorquino habitado por fantasmas. Cada corte es una planta por la que corretear, una habitación en la que fisgonear, un minibar que atracar o una toalla que robar. Este trabajo conceptual, que ha llevado alrededor de dos años de grabación, acoge una mezcla de sonidos dispares que mantienen la calidad impoluta. Es tal la experimentación que se hace complicado encajar a Cibo Matto en un único estilo, y es que Cibo Matto no entienden de quietud. Desde cuidado microhouse hasta flamante funk suena en sus canciones, que parecen querer conjugarse en algún exclusivo rincón que el pop tenga reservado para ellas.
La aventura comienza con ‘Check In’, donde Honda no deja lugar a la duda en su manejo instrumental. Una vez pasada ‘Déjà Vu’, no hay vuelta atrás, las puertas del hotel se cierran a modo de invitación. Es el momento de perderse entre un vaivén de sorpresas sonoras: trompetas en ‘MFN’, electrónica delicada en ‘Empty Pool’ o la voz de Hatori jugueteando con otras tantas en ‘Housekeeping’.
El batido de ritmos es tal, que la perplejidad se torna fatiga dando cuenta de que, quizás, los 90′ han quedado demasiado atrás como para explotarlos en demasía. Entonces entra en juego la suave ‘Check Out’ para despedir la experiencia, abrir las puertas del hotel e invitaros a salir a ti y a tu imaginación. Vuelta a la realidad. Mira todos tus Whats Apps, levántate a recoger el sushi que pediste y mejor apaga la televisión. Estamos en 2014.