- FICTION
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8,2
“(…) Eso es lo que haría todo el día. Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno. Sé que es una locura; pero es lo único que verdaderamente me gustaría ser”.
Holden Caulfield quería ser el guardián en el centeno y no deja de ser un deseo oscuro. Un guardián o un cazador que se hace presente para agarrar a los niños que van a caerse por el precipicio. Es una idea que puede mutar en monstruosidad. Por eso la novela de J. D. Salinger sigue siendo tan actual y tan poderosa. Porque hoy el ser humano está lleno de conflictos interiores y de tumores ideológicos. Hoy más que nunca. Pero el lenguaje cambia y Caulfield no puede ser el guardián entre el centeno en pleno siglo XXI. Ha sido sustituido por Alice Glass y Ethan Kath.
El dúo canadiense lleva desde 2005 fabricando un sonido sintético original y esquizofrénico. Desde el nacimiento de ese single demencial llamado Alice Practice han sacado dos discos imprescindibles conocidos como I y II. Imprescindibles porque han jugado con la electrónica más oscura para confeccionar álbumes de dos caras, la de ritmos histéricos y/o angustiosos, y la de los sonidos llenos de melancolía, emotividad y belleza. Imprescindibles porque absolutamente (toda) la crítica internacional siempre les ha ensalzado como reyes de la electrónica pura, la catatónica, la que sustituye a la cocaína. Crystal Castles son como un amante rebelde y terriblemente sexy que te acaricia y te besa en el cuello (Celestia) para después zarandearte y gritarte (dulcemente) al oído (Doe Deer).
En este tercer largo (III) algo ha cambiado, aunque verdaderamente ninguno de sus trabajos se parece al anterior, sin embargo, en esta ocasión hay más contundencia y a la vez menos salvajismo. Alice Glass ha compuesto letras en las que ella misma se elige como salvadora de inocentes en este presente infecto y bastante podrido (aunque en ocasiones no se vea por fuera). En Kerosene, Glass susurra Yo te protegeré mientras los sintetizadores canalizan ciertos sonidos sintéticos bastante revueltos que imitan siniestros ejercicios vocales. La cantante está lista para ocupar el puesto de Holden Caulfield: “Estoy a un paso de ser un vigilante para proteger a las personas…” Palabras de Alice.
Pero a esta canadiense no se le ha olvidado utilizar ese gemido agudo que taladra los oídos, ahí está Insulin, un corte agresivo donde los efectos de Ethan Kath convulsionan entrecortados. O Pale Flesh, una de las canciones más pegadizas del álbum, donde Alice desarticula sus cuerdas vocales, y donde la melodía rezuma una inminente amenaza. Pero salvando dos cortes el dúo intenta evitar las embestidas sonoras y firma prototipos de power-pop como en el caso de Affection, un anhelo de belleza crepuscular.
La desolación se mantiene a lo largo del álbum al igual que la preocupación de Alice por esos niños que están en el centeno… más o menos. Porque Crystal Castles no puede renunciar a la ininteligibilidad emocional. Por momentos utilizan un pop catártico para purgar las almas (Telepath) y sin embargo cierran el álbum con Child I Will Hurt You, una melodía de atmósfera resplandeciente y de belleza onírica pero con un contenido incómodo. III es una experiencia sensorial que Alice Glass se ha encargado de engordar con mensajes oscuros y llenos de rabia triste. Este disco grita y llora a la vez. Por eso es el mejor de su discografía.
- Y a ti, ¿te parece que Crystal Castles se han superado a sí mismos?