AUTO.
[2012][6,8]
Las líneas divisorias entre los distintos géneros cada vez parecen más difusas, bebiendo todos de la influencia común y propia, para dar un nuevo enfoque o revitalizar un género estancado en las estructuras básicas. El primer trabajo del francés Dallas Kincaid y el tinerfeño EvilMrSod se basa en esta mezcolanza abrupta entre clásicos americanos como el folk, el blues o el rockabilly y tendencias más modernistas como el uso de samplers y loops, en un complejo trabajo de experimentación que funciona a ratos, pero que en otras ocasiones, de estirar demasiado el globo, acaba estallando.
En Subterranean Power Strain (2012) esta incansable búsqueda de una sonoridad innovadora es el factor común a lo largo del trabajo. Esto propicia que la personalidad del disco por momentos se pierda, dejando poco clara la dirección de los temas más que mostrar un solo estilo conformado por varios, la fórmula de la que más tiran es de pegar retazos de distintos géneros a lo largo de las canciones, pero con una frontera muy clara entre ellos, sin llegar a congeniar de manera conjunta. Más que un estilo nuevo nos encontramos ante un mural de varios de ellos.
Las secciones puramente experimentales no llegan a explotar todo el potencial del dúo. Como base repeticiones demasiado vacías y poco productivas, como la recta final del tema de cierre, Juliana – Listening To Heavy Trash In Coney Island, siendo así el mejor ejemplo de experimentación el conjunto de ideas en los temas como unidad. Convenientemente separadas unas de otras, pero gratamente tratadas, encontramos esta diferenciación en las distintas partes en variedad de temas, como The Long Walk y su primera mitad con un genial sonido tribal americano y la segunda ofreciendo un extraño e igualmente espléndido híbrido entre el jazz y el root rock, o Bye Bye Lil´ Blue Bird – Deedee´s Blues y su no tan acertada mezcla de blues y la electrónica más primigenia.
Por lo general es un álbum de rockabilly con distintas influencias muy marcadas provenientes de otros géneros. Al igual que hay temas de pura experimentación entre estilos, nos encontramos con temas mucho más clásicos y directos como la rabia de Damaged, o los cortes más cercanos al folk y el blues tradicional, como Baby Baby B-B-B-Baby, Oblivion o Pure. En su purismo se encuentra un arma de doble filo: funcionan porque las estructuras y su ejecución siempre dan la talla con una buena composición detrás, pero también su trillado uso recae en una irremediable comparación con los temas más originales y experimentales, donde realmente comienzas a apreciarlos. Repartidos de igual manera a lo largo de este único trabajo, la estructuración de los temas en el álbum no resulta cargante y sitúa cada tema en su posición natural.
La producción, como todo buen álbum de rockabilly, es sucia pero cuidada, rabiosa pero controlada, con un sonido áspero y suave al mismo tiempo. La producción carece de uniformidad en el álbum, dando una sonoridad distinta a cada tema según su idea tras cada uno de estos, pero con un sabor común en todo el conjunto. El uso de limitadores es de los puntos más bajos de este disco, con demasiado evidentes altibajos en el volumen de los temas según la cantidad de instrumentos que suenen, restándole así una naturalidad esencial en un trabajo de estas características.
Para tanto los puristas del brusco rock & roll sureño, como para aquellos que busquen cierto grado de innovación, este álbum es una extraña pieza en un género no muy dado a la experimentación, clavados en unos patrones férreos que aquí demuestran que no son inamovibles y que desde sus raíces aún hay sitio para expandir sus límites hacia nuevas fronteras.
por José Roa