4AD
8,5
Monomania, Monomania, Monomania, Monomania, Monomania, Monomania. El primer golpe llegaba con un Bradford Cox destrozado, como un cuerpo violado que vuelve a la vida a duras penas tras haber flotado inerte durante días en alguna ribera. Jimmy Fallon presentaba a Deerhunter después de tres años de ‘Halcyon Digest’ y tras haberse convertido en uno de los grandes nombres del rock norteamericano. ‘Monomania’ se traga todo eso y lo vomita.
En ‘Monomania’ no hay profundidades, no hay vueltas al álbum adecuándote a sus pasos. Monomania es directo; un navajazo en la yugular. Si no estás preparado quedas neutralizado. Fuera aquellos himnos pop brillantes y rallados por las limas vocales de Cox: Monomania es la necrológica de un sonido que está más vivo que nunca. Impresionante. Si en Halcyon Digest hubo reposo, ambiente y unificación, en Monomania hay velocidad, vísceras y agresividad. En Monomania se recupera el ingenio del rock neoyorkino de los setenta. Si el mundo no fuera capitalismo devorando a nostalgia, Monomania habría sonado en CBGB. No es Ramones, es Television.
Los de Atlanta tenían poco más que ganar tras hacer uno de los trabajos más redondos que hoy en día pueden escucharse, uno de esos discos que consiguen atrapar, por los que vale la pena seguir escuchando novedades. Canciones con las que azotar a los que dejaron de creer en la música. Halcyon Digest sirve para definir a una generación que cambia lo que le define cada semana. Monomania puede ser un 5 pero con un 8 delante. Tras los proyectos paralelos de Atlas Sound y Lotus Plaza había que cambiar algo, ese impulso por torcer el rumbo, por girar el volante y tomar la decisión incorrecta.
Monomania puede no tener un sonido que le dé un sentido; son 11 cortes, la colección de canciones que chirriarían en cualquier trabajo anterior de los de Cox. Es «Leather Jacket II», «Pensacola», «Dream Captain», «T.H.M.», «Sleepwalking» y por encima de todo «Monomania» en un décimo puesto. Monomania no es otra cosa que la posesión diabólica del rock de toda la vida sin pensar en los ocho exorcistas de Rouco Varela. «Neon Junkyard» es el comienzo, la búsqueda del camino entre escombros, el neón de la portada que reza Monomania, las ratas y sus mierdas y «The Missing» es Lockett Pundt intentando «Desire Lines» y sucumbiendo a Monomania. Pensacola es la huida que todos haríamos y el precio a pagar bajo unos riffs que visten perfectamente un road trip de cuatro minutos y «Dream Captain» es su perfecta continuación. «Blue Agent» y «T.H.M.» son complementarias y tristes y desembocan en un último tercio de álbum que no desmerece Monomania, es parte del concepto. «Punk (La Vie Antérieure)» es la que cierra con sabor a 2010 sin melancolía. No busques, no te decepciones y cambia el rumbo, Monomania es monomanía: obsesionarse por una idea, que es Monomania.