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VENUSNOTE
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Los británicos Depeche Mode son sin reparos una de las bandas más reverenciadas del panorama electrónico desde hace décadas, pero los títulos mueren con la inactividad, por lo que no han querido perder esa distinción. En su nuevo largo de estudio Delta Machine (2013), el decimotercero en su longeva carrera, retoman su tradicional estilo en un disco repleto de bases y sintetizadores de su clásica cosecha, así como de penetrantes melodías que nunca caen en el error, aunque a veces resbalen en la indecisión.
Recuperan su juego en su total esplendor. No han perdido los alicientes que les han encumbrado a su lugar: mantienen la inherente sensualidad de su sonoridad, logran hacer sonar actual, atemporal, a una instrumentación más propia de hace quince años gracias a su característico sello, y todo ello en un conjunto de trece temas equilibrados, en los que disfrutarás como un enano si has seguido su trayectoria y, si no, puedes disfrutar de más de un momento de auténtica lucidez musical.
La línea general del álbum disfruta de grandes picos de épica musical. En Goodbye o Angel la siempre apreciable influencia del rock n’ roll más oscuro desemboca en enormes estribillos de colosales construcciones vocales y armónicas, así como Soothe My Soul y Slow destilan un lujurioso bocado sexual que derrite con escucharlo, potenciando esa virtud que de por sí destaca en sus composiciones. El factor más positivo se encuentra en la personal voz de Dave Gahan, haciendo bastiones musicales de las melodías, rodeadas de la deshumanizada instrumentación de los temas. Con ellas se ancla esa naturalidad, esa cercanía de los temas que, de otro modo, se perdería en la digital notación de temas como Heaven o Secret to the End, incluso en este último tema, donde las notorias melodías no hacen tanto acto de presencia como en los demás, o My Little Universe, donde la susurrante voz ejerce de única presencia musical en un asedio de sintetizadores que acaban rozando lo desagradable, haciendo de clásicos errores técnicos una herramienta creativa que quizás no funcione de igual manera.
Cuando entra a la voz Martin Gore, cerebro de la banda, en The Children Inside desde luego brilla con mucho menor fulgor que su compañero vocalista, en un tema que de por sí no se encuentra entre los mejores, a pesar de un gran trabajo en su labor a los coros y dobles voces. Esta se encuentra en una sección central que no destaca al mismo nivel junto a Should be Higher, sin quedarse extremadamente rezagada, siendo completamente honestos y salpicada siempre por otros temas que toman el relevo a la cabeza de nuevo.
La producción es casi un elemento tan protagonista como las propias composiciones, dada la naturaleza de la banda. Captan cierta naturaleza en los sonidos programados de sus temas, en una coherencia total con elementos como la voz o la guitarra, llamémoslos analógicos. Aunque en ocasiones algunos temas o secciones basen su potencial en reunir ingentes cantidades de secuenciadores al unísono, nunca da impresión de pastosidad o ininteligibilidad.
Yo no seré el mayor fan de lo electrónico, por no decir el menor, pero Depeche Mode encuentran recovecos válidos entre la a veces ensordecedora amalgama digital y pierden esa perspectiva en el mínimo exponente. Por ello, por un buen conjunto de canciones y, sobre todo, líneas vocales con una personalidad aplastante, este álbum se condecora como un muy buen regreso tras cuatro años de silencio discográfico de una banda referente desde hace más de dos décadas.
- Y tú, ¿qué opinas del nuevo disco de Depeche Mode?