Muchos artistas han vertido parte de su sangre en sus canciones. No me refiero a sudor y esfuerzo, eso se sobreentiende que todos (unos más que otros), sino a su propio ser. En estos casos, el espíritu se suele plasmar en las letras con temas más íntimos de lo que algunos suponen, pero ¿qué pasa con la música? Al fin y al cabo es de lo que se trata. Como en la mayoría de los casos, puede convertirse en un acompañamiento que no acompaña o una letra que te empuja más allá.
Indudablemente, alguien que utiliza las iniciales de su nombre para lanzar un nuevo proyecto, como es el caso de Erika M. Anderson con EMA, no puede ser menos. La cantante del Sur de Dakota, que ya había participado en otro grupo llamado Gowns con Ezra Buchla, se decidió a saltar a la piscina y encontrar un camino para expresarse musicalmente con este Past Lyfe Martyred Saints.
El producto final combina muchas ideas, sobre todo con el uso de su voz y los conceptos que desarrolla en las letras, sin embargo, todas ellas giran en torno a un mensaje principal que une atracción con misterio y lo sirve en un plato único. En cierto modo, tal vez consigue ofrecer este atractivo tan particular e interesante, pero desde luego queda deslucido por la actitud de macarra que imprime a las voces con una temática que roza más el miedo a lo desconocido que a otra cosa.
La música también bebe de muchos sitios, sobre todo de los 90. Hay un poco de grunge, un poco de dream pop, un poco de noise, pero sobre todo de shoegazing. No obstante, no es un disco disco ecléctico, sino más bien variado, que separa mucho estos estilos y los presenta en habitaciones aparte para que no contaminen la pieza más importante del puzzle: la voz, lo más cuidado del disco sin ninguna duda.
Es el carácter de la fuerza vocal la que guía el camino a una línea desganada, no muy inspirada y demasiado lenta para mi gusto- de hecho, la única canción que no se me hace larga en exceso es la que dura 1’01, Coda, una obra que rompe con el resto de cortes y que parece un espiritual a dos voces-. Lo único que parece tener lugar en este disco es la reflexión sobre la realidad y la belleza de lo horrible, lo que, sin ser malo, no consigue compensar el resto de grandes deficiencias.
La que mejor explica esta particular estructura es Marked, un corte que habla sobre el maltrato y arranca con una voz casi amortiguada por los sollozos ahogados. De fondo acompaña una guitarra que se intuye y que rellena de ruidos con mucha reverb una especie de habitación cerrada. Otra cuestión es la de utilizar el noise tradicional para una peculiar interpretación de Milkman que comienza muy bien, pero que no sale de un ritmo repetitivo y una sonoridad angustiosa. El grunge descafeinado viene de la mano de Anteroom, como un descarte de los Smashing Pumpkins.
Pero si hay que referirse a un corte por separado es al single: California. Aquí, Anderson casi rapea unas líneas de una especie de intento de himno auto-destructivo que habla más de amor que de odio. Con una gravedad que roza la burla y el macarrismo, se entreteje una especie de arañazo incapaz de provocar algo más que una herida superficial.
La portada de este Past Lyfe Martyred Saints lo explica muy bien, y también sus letras. Es una chica con 22 años sin miedo a morir que cree que los extremos como el terror y lo atractivo tienen cabida en un solo mensaje, pero que no llega a escarbar más allá de intentar romper con estereotipos o lanzar un leve gruñido en muchas claves musicales que parecen más propias de una pose que de una personalidad que seguro que encontrará mejores vías de expresión que las que ha desarrollado en este disco.
SOUTERRAIN TRANSMISSIONS [2011]
[3,5]
C. Naval