POLYDOR
7,9
Es un hecho que James Blake es uno de los artistas para tener más en cuenta en la actualidad. Y es que con su primer disco ya consiguió asentarse como una de las referencias más importantes en el panorama de la electrónica. En esta línea, su estela sigue expandiéndose más allá de los límites imaginables para un chico de su edad, y con sólo 24 años ha reunido en Overgrown, su segundo largo, a artistas de la talla de Brian Eno, que se ha encargado de la producción del nuevo álbum, o RZA, que ha colaborado en una de las mejores baladas rap de lo que va de año: Take a fall for me.
Con estos lugartenientes, es también indudable que el gusto de este joven londinense es mucho más que exquisito. Estos nombres se añaden al de Justin Vernon, que ya colaboró con él en el EP Enough Thunder. Así, es prácticamente imposible, salvo que se produzca un importante cataclismo en el sistema solar, que James Blake pueda sacar un disco malo. Sin embargo, para mí es una lástima que haya abandonado la senda de la electrónica más experimental. Lejos quedan los ritmos de su homónimo debut, con los que popularizó el dubstep más minimalista y ambiental de una punta a la otra del mundo. Con esta libertad, se ha entregado a hacer temas para el recuerdo, crear melodías, lo que resulta que se le da genial.
Sí. Ya no queda nada de la sombra que amenazaba detrás de su voz, que se eleva elegantemente por encima de los acompañamientos. Libre también del ritmo, los teclados y las armonías de Retrograde pueden navegar libremente por las costas de un disco tranquilo, sin muchas sorpresas, pero que transmite una serenidad impropia para la edad del muchacho. Todo avanza lógicamente, mediante un guion muy elaborado. Mezclando los sonidos de maracas, guitarras acústicas, sintetizadores, cajas… La asombrosa Digital Lion puede unir todos esos elementos uno tras otro, sin siquiera provocar una mancha en el brillo inmaculado de la imagen del disco.
Sin duda, mucho tiene que ver Brian Eno, el mago de la música y de los ambientes, que podría hacer una transición entre cualquier instrumento, sin que nadie pueda despertarse del sueño de los sentidos, esa magistral virtud de iluminar con sonidos que tiene su puño y firma. Pero en el caso de James Blake, no le favorece en absoluto. Su universo sonoro se aplana en temas como Voyeur o no consiguen elevarse, como Overgrown. Eso es porque desaparecen todas las asperezas, todos los momentos críticos de las canciones, que manejaba a la perfección. Ya estaba claro desde el cambio de imagen. Quiere mostrar su música tal como es, pero… ¿qué pasa con el sabor del peligro? La amenaza controlada de que algo podría estallar… The Wilhelm Scream, Unluck…
Ese espíritu magnético queda relegado a un final magnífico y delicioso de la mano de To The Last y Our Love Comes Back. Sería injusto decir que este disco no es un justo descendiente de su padre. Pero tampoco sería justo reconocer que el primer disco es bastante más atrevido, transgresor e innovador. Y eso, con cortes inolvidables que van más allá de las melodías, de una idea de disco compacta. No obstante, sigue siendo un paso más en una carrera musical que seguro que va a seguir su ascenso meteórico.