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WARNER BROS
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6,6
Calificar este álbum como debut es quedarse algo corto, pues su autor, Johnny Marr, poco tiene de novato. Tras su fructífera andadura con la conocida banda The Smiths, otras bandas como Modest Mouse o The Cribs y la colaboración en álbumes de más de una veintena de artistas diferentes, su primer trabajo en solitario llega sustentado por una trayectoria de décadas en constante movimiento y puedo asegurar que esa experiencia se hace presente. Gusta o no gusta, pero la consistencia está ahí y no se puede obviar.
Con esta primera colección de doce temas en solitario de brit rock y pop, el de Manchester se deja llevar por la corriente de las habitualidades del género, del cual él es historia viva, por lo que decir que emula a las bandas actuales sería blasfemia para algunos y para cualquiera simplemente incorrecto. Si bien es cierto que su sonido, por lo general, se ha adherido fielmente a la escena actual, no son pocos los detalles que lo sitúan con un sonido personal. En Upstarts y Word Starts Attack se presentan a plena luz estos rasgos, con una dinámica general sumamente moderna. A estos se añaden las características únicas, rescatadas con esmero de sus orígenes al lado de Morrisey en The Smiths, como en la fenomenalmente bizarra I Want the Heartbeat. Ritmos concisos y guitarras paralelas a la voz en su propia melodía etérea.
No es un disco que destaque por su potencia, buscando sus raíces en la simpleza de sus composiciones y la dialéctica entre guitarra y voz, tan protagonista una como otra, de European Me o Generate! Generate!. Estructuralmente son temas sencillos, de rápida asimilación y quizás por ello cotidianos y poco sorprendentes, no por ello inefectivos. A pesar de que algún tema, como Say Demesne, trate de expandir los límites del trabajo –sin un resultado desmesurado, pero sí apreciable-, ninguno más aspira a darle la vuelta a la mesa por completo. Las propias canciones conllevan el golpe de efecto sin recurrir a una novedosa sonoridad, y lo cumplen a la perfección.
Porque ahí reside el genio y la maravilla de la música; cuando el tema penetra en aquel que lo escucha ha cumplido su fin máximo. Desde luego es necesario un rasero a la hora de trabajar los factores técnicos, de lo contrario llegamos a extremos donde cualquier sonido puede calificarse como música. Y aquí en efecto cumple con estos requisitos, sin extralimitarse pero sin quedarse tampoco corto. Una interpretación correcta en cada instrumento que aborda cada corte de igual manera, sin altibajos en un nivel aceptable, hallando la fórmula exacta para el propósito particular de cada uno.
Su primer decimonoveno álbum marca las pautas que, por primera vez, representan únicamente a Johnny Marr en sus inquietudes artísticas. Es fresco, experimentado, natural, directo, logra encontrar el pulso exacto en una sencillez con la que muchos otros resultan meramente tediosos e insufribles. Quizás no sea el álbum más esperado, el artista imprescindible en solitario o de aquellos que marca historia, pero con tantos años a sus espaldas pocos superan la dificultad de sonar con la espontaneidad que aquí ofrece el ex-Smith y abrirse un nuevo camino donde su nombre es el único que resuena.