- BCORE
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7,2
- por Pedro Moral
Una secuencia a cámara muy lenta de una veinteañera desnuda que de pie y de espaldas a una bañera se deja caer en esa masa de agua tibia. Imaginad el momento en el que su cuerpo atraviesa el borde del agua salpicando cientos de gotas que parecen viajar muy lejos. La cara de esta preciosa joven se cubre de agua con violencia. Un par de burbujas salen de su nariz. Esta imagen que os he propuesto no está tan lejos del gesto de un tipo que se pone unos cascos lentamente y aprieta el play de su reproductor para que empiece a sonar Jupiter Lion. Los sonidos eléctricos envuelven su cráneo y las neuronas empiezan a irse muy, muy lejos. Hay discos que no merece la pena escucharlos si no es sumergiéndote plenamente en ellos. Como si te dejases caer en una bañera. Cierra los ojos (o ábrelos mucho), despierta tu mente y escucha Jupiter Lion.
Igual que en Alemania no nacen sólo nazis (es una broma, no se entusiasmen) en Valencia tampoco habitan únicamente seres corruptos. Tres chicos de aquel lugar de playas, sol y dinero negro formaron hace un año Jupiter Lion, poco después ficharon por BCore. Ellos son DJ Sais, DJ Gonzo in Vegas y el bajista Jose Guerrero. Y su electropop es una maravillosa interpretación futurista del Krautrock que hace ya más de cincuenta años nació en Alemania. Los tres valencianos experimentan con los sonidos desde la desfachatez del atrevimiento que todos tenemos cuando soñamos que somos otro. No pueden evitar las melodías oníricas. El bajo parece estar dando vueltas en una espiral interminable hasta que nuestro subconsciente se rinde de forma inevitable.
Las seis canciones que componen este debut son instrumentales. Por lo tanto el factor imaginación (por parte del que escucha) se convierte en lo más importante para disfrutar el álbum. Y esa es la gran diferencia que les separa del grupo al que más se asemejan, Kraftwerk, el conjunto alemán que explotó el Krautrock y lo comercializó. Ellos sÍ cantaban, ellos querían hacerte bailar. Jupiter Lion también, pero el baile que suscitan es de enajenados. La electrónica que practican los de valencia es, por el contrario, anticomercial y en ocasiones (bastantes) salen a la luz varios vicios que huelen a rock electrónico. Todos los cortes empiezan de forma suave -excepto la ruidosa distorsión de 2 minutos y pico con la que comienza Venus and Uranus– y terminan con melodías alteradas.
A estos chicos les gusta la ciencia ficción, la buena, la que encumbró historias negras como Blade Runner o Alien. Su disco podría ser perfectamente una banda sonora, de hecho, The Death Of Dallas se titula así por el personaje de El octavo pasajero. Una maravillosa secuencia de sonidos donde la percusión simboliza los golpes que hacen fluir la sangre y los últimos recuerdos de Dallas antes de que los instrumentos suban y se revuelvan en un clímax que se consume despacito, como su vida. La tranquilidad instrumental del sintonizador que luego se transforma en bajo hace de Black Mouth ese corte lleno de imágenes recogidas en los malos sueños. Las pesadillas son de cada uno y cada uno sabrá lo que ve, desde chorros de sangre interminables hasta espejos de color negro rodeando tu habitación.
Y termino por el principio, por Silver Constellation, la canción más cósmica de todas. La lanzadera de la que partimos. Los sintetizadores, los sonidos del hiperespacio y las voces robóticas marcan el comienzo del viaje. Es complicado poner nota. El viaje se queda corto ¿Eso es bueno o malo? Las melodías descansan demasiado en la repetición pero es esa repetición la que te permite evadirte y llegar tan lejos como te propongas. No se la influencia que Jupiter Lion tendrá en un futuro ni si este disco significara algo para los amantes más exigentes del electropop… pero lo que sí sé es que me habría gustado estar en el Primavera Club y probarlos en directo.
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