[dropcap type=»1″]N[/dropcap]os han tocado tiempos convulsos en los que vivir. Muchas veces pensamos que toda la basura se esconde bajo nuestra alfombra, pero no nos paramos a mirar debajo de las demás. Kaiser Chiefs siempre han mostrado una preocupación social plasmada en sus letras, pero ahora ha crecido en una progresión lógica respecto a la situación global. Sin embargo, el factor musical no ha aumentado en su compañía.
La salida de su batería y compositor, Nick Hodgson, no se puede decir que haya hecho estragos en la capacidad de la banda, pero su falta es perceptible. Tratan de ser impactantes con recursos demasiado planos. Se les ve el plumero en su intento efectista, lo que sólo lleva a que pierda en autenticidad. Por otro lado, tienen una gran facilidad para crear melodías vocales con aspiraciones de himno y aquí no es distinto. Pero ahora son himnos de micropaíses cuando antes servían para erguir en pie a un imperio colonial.
La producción ha pasado a ser más natural, más espaciosa y ambiental. Las malas noticias llegan cuando sucumbe ante una densidad sonora que no beneficia a nadie; un intento por ser potente que termina siendo contraproducente, especialmente en temas como ‘Misery Company’. Incluso la técnica de la banda parece más áspera, especialmente con un Ricky Wilson cuya voz llega a resultar extremadamente forzada. Un regreso necesario para la banda, pero mal dirigido.