[dropcap type=»1″]A[/dropcap]lguien debía ser enviado al mundo para frenar esa infecta epidemia que en los últimos tiempos arrastra a jóvenes mujeres hacia un anhelo por convertirse en imposibles divas del pop. Que la responsable de la misión fuese una fémina se concibe más que correcto, que responda al nombre de Lily Allen no tanto. Es el nombre de su último disco lo que hace pensar que la inglesa en realidad pretende ser la dueña de todas ellas y no curar el mal que provocan sus ansias de protagonismo. Y es que ‘Sheezus’ (Warner Music, 2014), no nos olvidemos, insinúa el egocentrismo y ostentación de Kanye West.
El álbum estalla con la canción homónima, directa a la yugular de artistas como Rihanna, Lady Gaga, Beyoncé, Katy Perry o Lorde. Una intención que no cansaría aplaudir de no ser porque el resultado ha dado lugar a una mera llamada de atención por parte de Allen. Aunque se atisban intenciones de desenvolverse novedosa en sus casi cuatro minutos de duración, acaba perdida entre la ñoñería de un pop electrónico que juega en la misma liga de todas aquellas puestas en el punto de mira.
Si su carrera dependía de este trabajo, acaba de llegar al borde del precipicio donde el abuso del Auto-Tune juega malas pasadas, tal y como pudiera ocurrir con cualquier otro vicio. El aliento de dubstep continua aferrado en la música de este ‘Sheezus’ (Warner Music, 2014) que, lejos de mejorar con tonos de soul y country, no despega los pies de ese puñado de canciones insustanciales incapaces siquiera de desatar la chispa propia de la diva del pop que Lily Allen pretende ser.