Cuando se sale de una ruptura (la que sea) es complicado no querer aislarse. Uno se alimenta de su propio sufrimiento, del color gris, en tu cabeza solo caben los errores y así en una retroalimentación constante que, sin embargo, puede convertirse en un sádico empujón creativo. Precisamente un trauma profesional y personal es el pilar de este álbum titulado ‘Antiphon’ (ATO, 2013). En concreto, una grabación repleta de problemas y la salida inesperada (que puede considerarse casi fuga) de su cantante y líder Tim Smith en el momento en el que estaban grabando nuevas canciones.
Eric Pulido, el guitarrista, ha sido el que ha asumido la pesada carga de desgastar las cuerdas vocales. Y es una solución acertada, su tono es más suave y en cada canción invita a la búsqueda y al reposo melancólico. La pérdida de personalidad (porque algo pierde) se puede pasar por alto. Y la voz de Pulido resulta inseparable de la melodía en canciones como ‘Provider’, una ensoñadora, rígida y reflexiva pista en la que la voz debe ser un personaje secundario en pos de unos teclados que reverberan hasta el inconsciente.
Estos Midlake ya se han alejado completamente de ‘Bamnan And Silvercork’ (Universal, 2009), su primer trabajo repleto de movimientos jazzísticos. Ahora la electrónica asfixia a un folk que resiste y un rock que incluso gana músculo en canciones como ‘The Weight’, cuya batería cobra protagonismo y se alza como ese instrumento portentoso si se le sabe dar la importancia necesaria. La guitarra del último corte se antoja la más sincera de las diez que componen el álbum. En ella existe toda esa tristeza, toda esa esperanza renovada que supone un nuevo camino en la vida y al final la llenan de suciedad, de sonidos irrelevantes y caleidoscópicos. Porque nos guste o no los recuerdos (malos en este caso) nunca dejan de asomarse.