Karen Marie Ørsted nació en Odense, Dinamarca. Es danesa, sí, pero en su álbum debut ‘No Mythologies to Follow’ (Chess Club, 2014) no hay ni rastro de influencias de la música escandinava. Quizá cierto olor a ese pop que viene del frío en canciones como ‘Don’t Wanna Dance’, pero poco más. Tremendamente ida por la atmósfera, el ritmo y bases del hip-hop más melódico y por la vertiente más suave del electro-pop, MØ regala un buen puñado de canciones eclécticas y pegadizas. Singles por definición.
La pareja formada por MØ y el productor Ronny Vindahl es un perfecto binomio. Él no eclipsa a la compositora danesa y ella le deja hacer. El resultado es limpio y atractivo.
Las lejanas influencias que convierten sonidos africanos en un complemento perfecto para la voz de MØ. Canciones como ‘Maiden’ o ‘Slow Love’ son buenos ejemplos.
Por otro lado están los temas en los que tiene más protagonismo la electrónica, la canción que abre el álbum, ‘Fire Rides’, es un frenético y sentimental viaje que avanza a golpe de sintetizador.
La pareja formada por MØ y el productor Ronny Vindahl es un perfecto binomio. Él no eclipsa a la compositora danesa y ella le deja hacer. El resultado es limpio y atractivo.
Las lejanas influencias que convierten sonidos africanos en un complemento perfecto para la voz de MØ. Canciones como ‘Maiden’ o ‘Slow Love’ son buenos ejemplos.
Por otro lado están los temas en los que tiene más protagonismo la electrónica, la canción que abre el álbum, ‘Fire Rides’, es un frenético y sentimental viaje que avanza a golpe de sintetizador.
MØ se vuelve obvia cuando sus cuerdas vocales se acercan a Lana del Rey y se alejan (en su significado) de esa salvadora llamada Lorde.
El álbum es demasiado largo como para tener un constante buen nivel. Los altibajos llegan con temas ensimismados como ‘Don’t Wanna Dance’.
Que haya amoldado su voz al pop es una noticia regular si lo que esperábamos de ella es que volviera a pisar alguna vez los terrenos punk que la vieron nacer musicalmente.
MØ se vuelve obvia cuando sus cuerdas vocales se acercan a Lana del Rey y se alejan (en su significado) de esa salvadora llamada Lorde.
El álbum es demasiado largo como para tener un constante buen nivel. Los altibajos llegan con temas ensimismados como ‘Don’t Wanna Dance’.
Que haya amoldado su voz al pop es una noticia regular si lo que esperábamos de ella es que volviera a pisar alguna vez los terrenos punk que la vieron nacer musicalmente.