Las raíces de la banda desbordan en ‘The Silver Gymnasium’ (ATO, 2013), marcando su huella de indie y folk rock a cada compás y nota del álbum. Debido a esto, la dinámica por la que discurre el disco no varía demasiado de sus anteriores seis trabajos en el estudio, por lo que no sorprende, basta, pero la sensación de estancamiento no evitas notar su presencia.
Siguen apareciendo los dejes agresivos del rock n’ roll de Bruce Springsteen, y más americano no se puede ser aunque te tatúes la constitución estadounidense en la espalda. A estos se mezclan ‘Stay Young’ y sus referencias al indie de The Cure y Velvet Underground, destilando ochentas por doquier. Con esta mezcla no engañan, sabes lo que vas a encontrar viniendo de ellos, pero, del mismo modo, este collage resulta adormilante en dosis exageradas.
Desde que añadieran la electricidad al conjunto y elevaran la intensidad en ‘The Stage Names’ (Jagjaguwar, 2007), su ritmo ha tomado una dirección de mayor variación con la que pueden jugar, probar nuevas fórmulas -sin salirse demasiado de ellas-, olvidar esa vertiente pausada que aparece de vez en cuando. No por ello pierden emotividad ni, en su contra, cierto amodorramiento. Es fuerte, pero se desinflará si no eres seguidor del género en concreto.
Pavimentaron el camino de Kings of Leon con su antigua faceta de folk suave, y lo que pasa con estas situaciones es que, cuando los segundos te superan, parece que les has copiado. Es el problema es que administraran esas dosis de potencia cuando el folk rock resurgió en estos últimos años, lo cual les coloca en el escenario pero jamás en primera línea.
Ofrecen su folk rock con una intensidad manida que les otorga una pegada inicial muy disfrutable, aunque sin querer ya te hueles que va a costar aguantar el disco entero.