GLASSNOTE
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Los descendientes suelen ser como perros que se reparten la carne que su dueño les tira. Las herencias y las historias que se cuentan sobre herederos demasiado hambrientos son bastante peores que las pesadillas de Stephen King. Y no se salva nadie. Tampoco los beneficiarios de las posesiones de Michael Jackson que, como malos subastadores, han vendido la mesa de mezclas del rey pálido por 17.000 dólares, cuando su precio original era de un millón. Los chicos listos que compraron tal maravilla fueron cuatro tíos de Versalles llamados Phoenix que llevan desde el 2000 dando caña con un rock underground que conoció su máximo esplendor comercial con su anterior disco, Wolfgang Amadeus Phoenix. Con la consola del genio de Indiana han grabado su quinto disco y se han alejado del bienestar para coquetear con el riesgo de probar otras cosas. Los cuatro franceses han dejado en un segundo plano las guitarras y se han sumergido en el sonido de los sintetizadores. El disco se llama Bankrupt! y es un reto maravilloso, también ingenuo, pero esto no es para nada una mala noticia.
El impulso para gastarse la pasta en la consola de Jacko puede parecer presuntuoso, pero después de escuchar el último álbum se puede comprobar que le han dado un uso exquisito y también extenuante. El resultado es impredecible, está lleno de telarañas electrónicas y curvas synth pop que puede que resulten algo impostadas pero que se perdonan porque el objetivo es perseguir de forma incansable esa riqueza instrumental que llevan sus melodías a otra dimensión. En aquella en la que triunfaron hace tiempo con Too Young o Everythig Is Everything, no les queda mucho por hacer.
Y Entertainment, el corte que abre la lata, ya no deja lugar a ninguna duda. Su sonido artificial que imita a las melodías asiáticas de otro siglo acompaña a la voz de Thomas Mars a un lugar donde no habían estado antes. Con cuidado se sumergen en un brillante pop eléctrico del que no saldrán en las diez canciones siguientes. Mientras sus hermanos de Daft Punk han sacado Get Lucky, una canción creada para el exclusivo uso de cientos de cuerpos que danzan hasta ahogarse en sudor en cualquier sala del planeta, los de Versalles han construido un álbum básico y cerrado con millones de detalles que van apareciendo con las escuchas. Canciones como S.O.S In Bel Air o Trying To Be Cool aparentan una clara ortodoxia, pero languidecen entre los cambios de ritmo y letras rotas por un Mars que evoca al fracaso desde el título del álbum.
La canción titulada Bankrupt! es un experimento de 6:57 minutos del que no salen bien parados, ya que la energía acumulada por la primera parte del disco se destruye irremediablemente. Phoenix no consigue sumergirte en la ciencia ficción con la que perfuma los sonidos renqueantes de este corte. Sin embargo funciona como introducción a una segunda parte que supera a la primera. Entre el pesado sintetizador de Chloroform, una vuelta por la resaca de un día que pudo ser mejor y los teclados de Bourgeois –según Mazzalai el teclado utilizado es de una tienda de todo a 100 y vale menos de 10 euros- llegamos a una de las mejores y más enérgicas canciones del álbum. La última pista, llamada Oblique City, es una cándida y sonriente celebración de la decadencia en la que se retrata una ciudad desconocida. Cualquier ciudad por la que estos cuatro músicos han pasado en los últimos 13 años. Y las ciudades que les quedan por delante. Aquellos que vais al Primavera Sound, benditos seáis.