- DFA (2012)
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6
- por Pedro Moral
Un concierto de Sonic Youth. Suenan los últimos acordes y esa rubia compuesta por carne y nervios llamada Kim Gordon golpea el bajo contra el suelo una y otra vez. Después camina sobre él con insolencia. Aquel instrumento murió bajo la suela de los zapatos de la única amiga de Kurt Cobain que cree que éste fue asesinado. Sus cuerdas se quedaron ancladas en el post punk tardío de los 80’s. Han tenido que pasar décadas para que un extraño dúo de ingleses formado por Suzi Horn y Tobin Prinz resucitara el murmullo de ese bajo y lo convirtiera en el sonido más importante de su banda, Prinzhorn dance school.
Después de su debut homónimo moldeado con maestría por James Murphy, Prinzhorn ha lanzado un nuevo álbum de once temas titulado Clay Class. Cinco años después no ha cambiado nada. Cinco años para que las canciones sean igual de minimalistas. Una batería, un bajo, una guitarra y sus voces. Es todo. Suficiente dependiendo de para qué.
Hasta un amante de las cuerdas sentirá claustrofobia con la exhaustiva repetición de acordes que llevan a cabo estos dos músicos. La angustia se establece como una sensación precoz cuando decides entrar en el universo que se dibuja en Clay Class. No merece la pena intentar evocar esas imágenes idílicas de veraneos eternos tan recurrentes en los discos pop o las ciudades envueltas en neón que se esconden tras los sintetizadores de la electrónica. La crudeza musical de Prinzhorn dance school te dejará encerrado en un sótano sin ventanas durante 44 minutos.
La pesada batería de Happy In Bits marca el tempo que se asentará en el resto del álbum. Las guitarras distorsionadas de Usurper y Seed, Crop, Harvest no se repetirán, saborearlas es imprescindible. Mientras, la voz sobria de Prinz se mezcla en una extraña simbiosis con los gritos agudos de Horn, cuyas cuerdas vocales arrastran la responsabilidad de llenar el punk más crudo. Ambos aullidos conviven en polos opuestos pero las palabras que escupen son igual de desalentadoras. En los últimos tres minutos de You Fire Has Gone Out el bueno de Prinz se acerca con palabras torpes a este atormentado presente mientras ella repite hasta la saciedad el título de la canción. El eco de los primeros años de The White Stripes se resisten a abandonar los tonos más oscuros del disco. Crisis Team sigue columpiándose en esa pesadumbre, los escuetos acordes de guitarra que intentan alentar el pesado repiqueteo de un bajo estancado dicen mucho más que las planas ideas que flotan en la letra. Porque ni Prinz ni Horn son buenos letristas. Tampoco les hace falta si consiguen componer melodías como I Want You, el corte más sensible del EP que posee una sencilla letra adornada con unos acordes hipnóticos y muy disfrutables.
El dúo británico moldea sus voces casi por primera vez en Sing Orderly, una guitarra inspirada se funde con las pulsaciones en el mejor corte del disco. Ese que nos hace escapar de los riffs cíclicos. Con Clay Class lo normal es sentirse como Bill Murray en el día de la marmota. Ni un solo hallazgo, ni una sola innovación. Insultante hasta cierto punto, porque encerrarte en los golpes de su batería y en el repiqueteo incansable de su bajo a un volumen generoso se puede convertir en un pequeño placer durante las oscuras horas de insomnio.