Tras 30 años de recorrido y 7 álbumes de estudio, Redd Kross sigue manteniendo un sonido fresco y auténtico consigo mismos y su historia. La edad es un plus, otorga la experiencia necesaria y, si sabes mantener tus principios, te da espacio para sorprender con algo que nunca hayan visto tus seguidores. Pero la edad también puede jugar en contra y arrebatarte ese toque rabioso y transgresor que en su momento usaste como estandarte. Researching The Blues (2012) tiene un poco de ambas, aunque la primera gustará a los más acérrimos y de la segunda es bastante más fácil percatarse.
Teniendo en cuenta que su anterior trabajo se remonta a finales de los 90 con Show World (1997), era factible encontrarse con un trabajo más maduro, quizás con algo más de calado intelectual o moralina existencial, pero se han esmerado en que no sea así. Esto se comprende mejor sabiendo que su guitarrista, Steve McDonald, es uno de los “culpables” del visceral berrinche punkarra que nos trajo Off!, a los que ya criticamos en hablatumúsica este mismo año. Si en ese álbum había algún trazo más relajado, salió de aquí. No es que sea un repertorio de baladas precisamente, pero si encuentran el aspecto más suave y accesible dentro del punk y del garage.
A lo largo y ancho de este trabajo se aprecia la modernización del sonido, dejando atrás la sonoridad más grunge de anteriores trabajos. Mientras las composiciones sienten una evolución sensible pero estable, la producción se muestra mucho más definida, aunque también más corriente, sin destacar del montón. Las canciones en las que despliegan la faceta más fuerte se acerca mucho a su último disco, aproximándose al garage rock más moderno, como The Nu Temptations y, más fielmente, Uglier. A los apasionados de sus raíces pop, están de enhorabuena, al más puro estilo teletienda, porque aquí lo explotan sin tapujos en Dracula´s Daughter, One of the Good Ones o Meet Frankestein, acumuladas en la sección central del álbum. No por ello se olvidan de aupar los decibelios en estas canciones, con alguna guitarra que brilla con luz propia en solos más que en riffs, armonías, progresiones, etc. donde no se han estrujado los sesos especialmente, en un trabajo correcto pero ordinario.
Sin embargo, al que espere la banda que precedió como eslabón perdido entre el punk y su hijo bastardo, el grunge, no tienen tanta suerte. Sustituyendo a esta a perdida afiliación musical, encontramos los temas que mencionaba primero, así como temas de corte similar al brit pop rock, como Winter Blues. Lo que queda claro es que el blues del que hablaban en esta última y en Researching the Blues es una mera formalidad que no encuentra lugar dentro de sus creaciones. Por otro lado, el último tema, Hazel Eyes, suena misteriosamente a la banda sonora del Crash Bandicoot; aunque sea un breve lapso de tiempo en el que, por algún motivo, pensaban que un mono chillando quedaría bien en una canción, el resto del tema ya tenía al estridente chimpancé dentro de la cabeza y no había manera de disuadirle en su griterío. Curiosidades de la creatividad.
Anécdotas aparte, la banda familiar de Jeff, Steve y Roy Macdonald y Robert Hecker, logran mantener esa sensación de novedad, de juvenil frescura en una banda tan longeva, aunque de una manera mucho más tímida y sin el esencial aliciente rebelde, asemejándolos en cierto grado a otras bandas del panorama actual. Son los que dejamos en 1997 pero no los que aparecieron más de una década antes, y aun así han evolucionado hacia algún lugar lejos de donde aparcaron la última vez. Un disco decente, momentos que dan mucho y otros que no llegan a la media, no es el retorno glorioso idóneo, pero para disfrutar un rato sirve. Para el siguiente ya se sabe, las raíces nunca se pierden y es en lo que más se podrá disfrutar realmente de ellos.
