Sidonie | El Fluido Garcia

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Es la psicodelia el género dentro de la música popular más complicado de desgranar. Su complejidad es tan mayúscula como lo que se proponga el artista en cuestión. Contaba Nick Mason en su biografía que a finales de los sesenta, cuando a Clapton le acusaban de dios y McCartney era más famoso que Jesucristo, ambos se juntaban en garitos de las zonas más complicadas de Londres para atender a un tipo y su banda. Un chaval de hundidos ojos con extrañas ropas que comandaba a unos músicos inexpertos pero que carecían de cualquier atadura. Eran los primeros Pink Floyd, los de Syd Barret, uno de los mayores genios que la historia de la música contemporánea ha dado y que, pese a ello y gracias a dios, no ha sido explotado en camisetas, tazas o calzoncillos. Aquel efímero Barret no tuvo límites porque carecía de ese miedo que muchas veces distingue a los genios de los simples artistas.

La historia se la conocen bien Sidonie –gente de Barret-. La moraleja también. Romper con la cobardía para lograr  liberarse de las redes que impiden la creatividad. Con El fluido García Sidonie, recogiendo esa psicodelia que va en la sangre –y que puede sentirse hasta en Costa Azul–  han creado una obra que sólo el tiempo es capaz de ponerle en un espacio concreto. Llámenme cobarde, pero otros condenaron a Camarón por su Leyenda del Tiempo y seguro que se arrepintieron. Lo que queda claro es que nunca nadie hizo algo parecido en este país.

El público continuista de ración fácil que devoraba canciones de El Incendio lo tendrá complicado para sobrevivir a esta epopeya marcada por la interpretación. Las letras, que hablan de “morsas en la torre Eiffel” y de “taxis hechos de papel” o incluso de ahogadas “calaveras con la espuma de una vela” obligan al público a participar en el mensaje. Nada de imposiciones, eso ardió con el incendio. Resultará complicado de igual modo comprender, al ajeno a la psicodelia grandes canciones como Negroni, una canción “hecha para sonar en James Bond y dedicada a la bebida (ese gran cóctel italiano)”  según dijo Marc Ros, el que pone la voz.

En el disco se suceden canciones adictivas que exigen escucha y trabajo pero que se disfrutan con soltura y fluidez haciendo honor al nombre del largo.  Desde que El bosque abre el disco y se convierte en primer single –su video le ha valido estar en la web de NME y ser censurado en Francia- se aprecia esa excitación que los de Barcelona tenían por cortar y crear. A mil años luz, una canción de desamor –o amor, que viene a ser lo mismo- interestelar refleja la calidad de las letras y de la cuidada-destartalada producción sonora del álbum. A continuación llega Carnaval, engañosa pieza que parece un saludo lejano a los que fueron antiguos Sidonie. Alma de Goma, sencilla, de estribillo potente e imparable,  precede a la ya mencionada Negroni. La que más sorprende, por su calidad en la duración y su anhelo sesentero es Bajo un cielo azul (de papel celofán) –me declaro en adicto a los juegos vocales del comienzo- desgrana en ocho minutos lo que Sidonie son capaces de hacer. No puede decirse más, no queda otra que escucharla.

El disco obliga a ser escuchado en sus once cortes. La Huida, en la que la voz la lleva el bajista Jesús Senra, se sitúa a la cabeza del disco con una letra que descoloca agrede y agoniza, como una fiesta que se fue de las manos. No mires atrás, la que cierra el disco, se caracteriza por un sonido bestial. Perros retrata de nuevo a esa gente a la que ellos pertenecen, aquellos que ladran sin complejo alguno, porque hoy todo les salió bien. Sin complejos, Sidonie se marcaron el mejor disco de todos los que han publicado. Terminando las líneas rompo el miedo: el disco es mucho más.

SONY [2011]

[7.8]

J. Castellanos

J. Castellanos
J. Castellanos
Periodista. Formó parte de HABLATUMÚSICA.com de 2011 a 2014, llegando a ser redactor jefe.

4 COMENTARIOS

  1. Completamente de acuerdo con la crítica de este fantástico album. Desde la primera escucha supe que estaba ante el mejor trabajo de la banda. Me encanta el sonido Vintage que tiene todo él y la potencia que destilan sus canciones, muy similar a la del directo. Un acierto que corrieran el riesgo de grabarlo tocando todos a la vez, como en directo. Muchísima imaginación en los arreglos y las melodías y, cómo no, en las letras. Aún teniendo ese toque psicodélico que se comenta, el núcleo de las canciones sigue siendo la melodía, una melodía clara y contundente. Una obra para disfrutar de principio a fin.

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