Viendo Francia montado desde un helicóptero cada verano, aquel país puede sonar a poco. Admirando tanto las islas británicas como la atalayada estadounidense, cuesta a veces gira el cuello y el oído a lo más cercano si no es para aplaudir a Daft Punk o a esperar un nuevo cambio en Phoenix. Entre toneladas de álbumes que se nos escapan por culpa de otros cientos de kilos marketinianos, la escena gala más pequeña tiende a escurrirse entre los dedos sin tener apenas oportunidad de saborear. Sobrecarga sonora. Es por esto que el oyente debe sumergir cabeza, tiempo y plataforma para encontrarse ese preciado álbum que merezca la pena.
Entre estas sorpresas se encuentran Sport, quinteto de Lyon que ha aprendido a lanzar un punk formad o en rock y con tintes emocore de tal precisión como aquellas faltas del Pernambucano. Su debut ‘Colors‘, facturado en 2012, prometía una banda con inteligencia para sustituir con intensidad las novedades en su sonido. La energía que toda banda deja en su primer trabajo no se ha visto reducida en ‘Bon Voyage‘ (La Tête d’Ampoule, 2014). Mismos ingredientes, misma estructura y una apuesta más fuerte por el emo.
Los que disfrutaron del éxito del ‘Celebration Rock‘ (Polyvinyl, 2012) de Japandroids tendrán en este álbum una dulce secuela de tintes más sensibles. Sport representan ese esfuerzo por devolver el género que popularizaron Jimmy Eat World a un nicho digno. Las canciones de ‘Bon Voyage’ se deslizan en apenas unos pocos minutos, característica que los franceses blindan a la perfección entre una ola de punteos que une el sonido del trabajo. La colocación de las voces, los tiempos marcados por sudor y magnitud recuerdan a The Get Up Kids en sus primeras referencias.