Ser un icono del rock en los 90’, ver cómo tu banda muere y resucitar poco después para iniciar una carrera en solitario que nunca va a tener tanta relevancia, aunque sus picos de brillantez superen a los reconocidos trabajos del pasado. El icono es Stephen Malkmus, la banda es Pavement y ya vamos por siete trabajos en solitario, aunque no en solitario del todo porque Malkmus se deja acompañar por The Jicks, claro, ‘J’ de Jagger e ‘ick’ de Mick. ‘Wig Out At Jagbags’ (Matador, 2014) es su último álbum y el primer buen disco de este año. Un rock portentoso que se reparte entre doce cortes de art rock enérgico y estructurado. Como el de un artista adulto que se sienta a hacer rock tratándolo precisamente, como lo que es, un arte rebelde.
Poco después de reunirse en una gira mundial que supo a eyaculación precoz para los más fans, Pavement volvió a separarse y Malkmus sacó un álbum más importante que el que tenemos entre manos, precisamente por que anunciaba lo que estaba por venir, me estoy refiriendo a ‘Mirror Traffic’ (Matador/Domino, 2011). Rock inmediato, entusiasta, cortes que perforaban la cabeza del que escuchaba con guitarras punk y letras absurdas con repuntes de humor negro (esa preocupación por el envejecimiento) y crítica social. ‘Wig Out At Jagbags’ es todo eso pero mejor colocado, es verdad que tiene momentos donde el aburrimiento es una de las sensaciones que pueden alcanzarte, pero también hay instantes donde la atmósfera de riffs imposibles (y bien ejecutados) te invade, y tu cabeza va de arriba a abajo y tus pies se mueven irremediablemente.
El álbum se sirve en crudo y con poco maquillaje, así se pensó y así se grabó en una granja cerca de Amsterdam, donde Fran Healy, de Travis, ayudó a Malkmus con la ingeniería vocal. Ese tiro con el que abre el álbum titulado ‘Planetary Motion’, con un toque a punk trasnochado y tranquilo donde los movimientos instrumentales salen ganando, precede a una lista de temas enrocados en un estilo que desfila alrededor de Pavement, pero sin llegar a rozar las manías de su antigua banda.
Las baladas disfrazadas siempre son parte de los discos de Malkmus, cortes como ‘Lariat’ o el pop armonioso de ‘Houston Hades’ son un buen ejemplo. Pero la canción que se desmarca como uno de los grandes momentos del álbum es ‘Cinnamon and Lesbians’, un corte de tres minutos con un tono clásico y una guitarra central que evoca un himno imperecedero y un final evocador, portentoso y, desgraciadamente, precoz.