La portada lo dice todo. Un alegato a lo distinto. El niño rodeado de un mundo que, en teoría, no es suyo, distinto a lo marcado. Y su cara, reflejo de lo contrario. Como si esa distinción le hiciera grande y le señalara como centro de todas las miradas. Así es el nuevo de The Felice Brothers, Celebration, Florida, un disco distinto a lo que tenían pactado cuando comenzaron.
Porque los hermanos Felice iniciaron un camino puro en el folk, haciendo novedoso lo clásico, “chic” estar en un granero bebiendo whiskey XXX, moderno mascar una rama. Llamaron al público de siempre y atrayendo nuevos oídos a los sonidos americanos de toda la vida. Pero eso ya no basta. Los Felice que quedan –Simone Felice, una de las cabeza creativas, salió de la banda- han dado el paso y no hay marcha atrás –o sí- como ya hizo aquel Dylan que avanzó a lo eléctrico.
Fire At The Pageant abre el experimento y con ella la pura anarquía. Los primeros acordes llevan a engaño. Otro disco clásico de The Felice Brothers, puede uno pensar. Ni por asomo. Comienzan las voces del grupo y tras ellos gritos de decenas de niños, como si los colegiales del The Wall de Pink Floyd volvieran cabreados y descontrolados. Cuidado, el corte llega a hacerse adictivo. Contanier Ship induce a la calma y recuerda a su anterior disco, Yonder Is The Clock hasta que vuelve a suceder y la canción vuelve a tomar ese rumbo experimental.
La siguiente en pasar la prueba con nota es Honda Civic –si, como el automóvil- una de las mejores canciones de este disco. Un corte que resume lo que es el disco: el intento de evolucionar manteniendo las bases. La voz de Ian Felice se transforma por momentos con vocoder mientras instrumentos de viento mantienen tras él un ritmo frenético. La cuarta canción, Oliver Stone –si, como el cineasta-, es una de esas baladas que pasan desapercibidas ante tanta calidad. Le sigue Ponzi, que vuelve con la experimentación, las capas y capas sonoras, coros e incluso ritmos hip hop. Brutal. Back In The Dancehalls es una original muestra ochentera de lo que los Felice son capaces de conseguir.
A destacar quedan Refrain, con un comienzo digno de Tortoise, o Best I Ever Had, otra gran canción. El disco, que se sitúa entre dos mares “folkies” como el de Bonnie Prince Billy y el de Akron/Family, es una gran joya de la que Syd Barret, que ya experimentó con el folk en sus discos en solitario, estaría orgullosa. Una locura muy cuerda.
FAT POSSUM [2011]
[8,5]
J. Castellanos