Uno pasa por momentos más jodidos que otros, por épocas románticas, por temporadas de aislamiento e inspiración y por épocas felices llenas de esa cosa tan poco excitante llamada estabilidad. Los dos últimos discos que me ha pasado el jefe de redacción de esta revista rebosan positivismo y un evocador, aunque controlado, romanticismo. Primero me llegó el debut de John Peña y sus maravillosas guitarras y ahora el cuarto álbum de estudio de The Fresh & Onlys, puro psych pop romántico casi cursi. Casi. Deduzco que me ve jodido y me quiere levantar el ánimo.
Reconozco que me costó entrar en este último trabajo de la banda de San Francisco titulado Long Slow Dance. Me introduje con más facilidad en la psicodelia distorsionada y cercana al folk de sus primeros trabajos, esos que también tenían un poquito de garaje, aunque le joda reconocerlo a Tim Cohen. Los nuevos sonidos con los que The Fresh & Onlys juegan en este álbum lo convierten en el más complejo, pero como tampoco profundizan demasiado parece que se quedan a medias de algo más grande. Pero eso fue solo mi primera impresión. El pop de este baile de 11 canciones es tan directo como el de Play It Strange– nunca conseguiremos quitar de nuestra cabeza esa portentosa melodía infectada de guitarras evocadoras llamada Summer Of Love o los riffs que cabalgaban en esa obra maestra de título acuoso (Waterfall)- pero en Long Slow Dance se permiten ser más felices. Tanta dicha provoca que se desvíen del camino para oler las flores y a veces hasta les funciona. Parece que hasta yo en mi depresión pasajera empiezo a ver las cosas desde otro prisma.
The Fresh & Onlys quieren diferenciarse de sus grupos vecinos. En el pop de San Francisco se ve una clara actitud por construir un nuevo movimiento psicodélico que encabezaría Ty Segall con sus ruidosas guitarras estallando en un grandioso y distorsionado garaje. Otro de ellos sería Kelley Stoltz con sus melodías folk y su extraño y contradictorio sonido lo-fi. Y se nota que Cohen se ha alimentado de Stoltz y de su destreza con los instrumentos, de su piano y de sus exquisitos arreglos. Porque ese teclado de Wanna Do Right by You (y la canción en sí misma) es una clara influencia de Stoltz. O esos últimos momentos de 20 Days & 20 Nights que son pura melancolía. Porque estos tipos te mantienen siempre en la línea de lo melodramático, pero al final una alegría nerviosa, como esa que hay entre el acercamiento de los labios y su contacto inevitable, es la que lo acaba inundando todo.
La canción homónima del disco Long Slow Dance es una verdadera maravilla de la sencillez, del reencuentro con esos 80’ que The Fresh & Onlys quieren reivindicar sin necesidad de inventar nada. Tiene un poquito de The Cure en sus momentos menos luminosos, como ese lamento contenido en Dream Girl que deja paso al xilófono de vez en cuando. Pero en la mayoría de los cortes rebosa una alegría inspiradora, en Presence of Mind, por ejemplo, donde además vuelven a hacer uso del ya citado xilófono.
Executioner’s Song casi me arrebata el positivismo que iba creciendo en mi interior con las repetidas escuchas del disco, una canción llena de viento y de guitarras que lamentan, una serenata triste. Su sentimentalismo casi me hace recaer, pero es un espejismo porque la voz agrietada y suave de Cohen en Foolish Person me levanta de nuevo. Varios minutos de guitarreo sucio para darme cuenta de que este es un disco menos sencillo de lo que parece, positivo pero sentimental, preciso y profundo. Parece que después de todo estoy mejor y que The Fresh & Onlys han conseguido levantarme el ánimo. Siempre hay gente detrás cuidándote aunque sea de manera inconsciente. En mi caso, mi redactor jefe.