Han pasado casi seis años desde que Joel Gibbs sacó aquel ‘Origi:Oprhan’ (Arts & Crafts, 2009), un álbum que carecía de energía, cándido y perdido en una bruma pop que hacía desaparecer cualquier resquicio de ese folk alumbrado con el que The Hidden Cameras debutó en ‘Ecce Homo’ (Evil Evil, 2001). Gibbs regresa con ‘Age’ (Evil Evil, 2014) para lanzarnos a la cara esa ironía perversa que le sirve para jugar con su ambigüedad sexual o para hacer chistes sobre la religión, esa losa que debería ser erradicada. Canciones donde el sexo gay sustituye a eso tan aburrido que llamamos amor.
El tono oscuro que parece atraer a Gibbs cada vez más. A ratos. Porque la pesadumbre de melodías como ‘Afterparty’ aparece y desaparece durante todo el largo. Esta canción es el ecuador del disco y es un anti clímax en toda regla, una resaca musical que te prepara para la segunda parte de este ‘Age’ con algo de dub-reggae y cristales rotos. El problema es lo descolocados que nos ha dejado con una primera mitad terriblemente dispersa.
Antes hemos pasado por la aburrida decadencia que empapa el primer corte titulado ‘Skin & Leather’ y por esos majestuosos violines que sucumben la melodía a un ejercicio de suspense reventado en el estribillo. ‘Doom’ tiene esa potente letra que desnuda el alma de un transexual pero le falta una armadura potente que la recubra y nos deje la huella que se el pide a un corte tan pretendidamente evocador.
Algo tocados salimos de ‘Afterparty’ y lo que nos espera entonces es un poco de electrónica bien disparada en ‘Carpe Jugular’, ponte esta canción en bucle mientras conduces si quieres que conducir sea algo más que conducir. Pero más allá de estos destellos ‘Age’ deja claro que Gibbs no sabe dónde colocar su talento, toca todos los géneros pero no utiliza ninguno para golpearnos de verdad. La ambigüedad de su personalidad ha contagiado a su música y no estoy seguro de que esto sea una buena noticia.