DOMINO
[2012][7]
La banda de synth-pop estadounidense The Magnetic Fields nos ofrece en su décimo largo de estudio una vuelta al sonido que les caracterizó en la década de los 90. Tras sus tres últimos trabajos en los que prescindieron del uso de sintetizadores, la banda regresa con una elaborada mezcla entre instrumentos acústicos y sintetizadores en un trabajo que combina la jovialidad y la mordaz ironía de las letras de su pop más puro y algunos temas que destacan por una mayor sobriedad y profundidad, que son los que realmente ensalzan este trabajo, que de otra manera no habría llegado más allá de ser un mero álbum anecdótico.
La dualidad entre ambas voces principales, Randy Walker y Stephen Merrit, con la puntual intervención de Shirley Simms en My Husband´s Pied-a-Terre, dota de heterogeneidad al álbum, que le da variedad y dinamismo pero que a la vez crea un cisma que, para bien o para mal, te empuja hacia un estilo u otro. Walker, con su estilo más ensoñador e infantil nos muestra los temas más poperos, tales como Your Girlfriend´s Face, I´d Go Anywhere With Hugh o The Horrible Party. El uso del sintetizador más clásico aparece en estos temas, que junto a la múltiple instrumentalización ofrece un conjunto único, aunque menos serio y, en esa falta de seriedad, pierde presencia y contundencia. Por otro lado, los temas de Merrit, con su rango de voz bajo, crea un ambiente más sombrío, depresivo y, de alguna manera, más sincero y profundo en temas como I Don´t Like Your Tone o I´ve Run Away To Join The Fairies, punto álgido del disco, aunque por supuesto sin perder la mordacidad que impregna todo el trabajo.
No existe una clara diferencia de calidad entre ambas facetas de este álbum, es más bien una cuestión de gustos; y en ello se encuentra la bondad del mismo. Es un constante viaje por distintas perspectivas del mismo prisma. La influencia del folk vuelve con una mayor presencia. La dirección tomada, con una revisión total de un género que está volviendo fuerte con bandas como Mumford & Sons da un carácter propio a la banda que los diferencia completamente de otros coetáneos del género. Para los más puristas quizás difícil de digerir y desde luego requiero de cierto gusto por el pop más grácil y festivo, pero un avance y una perspectiva necesaria que habían dejado de lado en su anterior trilogía anti-sintetizadores [i (2004), Distortion (2008) y Realism (2010)].
Los samplers y bases rítmicas ocupan la mayor franja de protagonismo de los temas, destacando por encima de la masa, pero su calidad reside en los detalles. Los instrumentos acústicos ocupan constantemente el papel de arreglos en cada tema, con capas y capas de instrumentación que construye unos temas que con los sintetizadores únicamente no habría dado más de sí, con la continua diferencia en el uso de estos entre Walker, más dado al uso de estos y una mayor simpleza acústica, y Merrit, cuya esencia en los temas recae en mayor grado en lo acústico y baja un par de puntos el uso de sintetizadores y sonidos pregrabados.
En su dualidad reside su carácter, sin distanciarlo tanto como para confundir, pero dando distintas versiones de un mismo sonido, ampliando sus límites y aprovechando distintas facetas bajo un mismo fin. Si te gustan los dos, perfecto, si no, presta atención porque alguno te llegará en mayor o menos grado, eso seguro.
por José Roa
+El disco, en Spotify
+Los vídeos, en Hablatumusica.TV