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SACRED BONES RECORDS
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4,1
Cuatro discos es una buena cifra, una en la que esperas encontrar un trabajo curtido por la experiencia, con un estilo propio definido, incluso con tintes de libertad en la amplitud de la experimentación; pero no esto. La banda neoyorkina The Men lanza su cuarto disco New Moon (2013) en tan solo tres años. Y es que cuando se hacen discos como al ritmo que cada mañana se hacen churros, o bien eres un genio, o bien lo que contienen no requiere de mucho trabajo ni esfuerzo.
Su problemática no radica en que se trate de un disco fácil o de temas comunes y pegadizos; lo que pasa es que no son buenos, simple y llanamente. Mientras en sus dos primeros álbumes no requerían de esta calidad, amparándose en la caótica celeridad de Leave Home (2011) e Immaculada (2011), al abrir su campo de acción al root rock más clásico hacen falta unas habilidades que ellos desconocen por completo. Al abordar la pureza clásica tras su efectivo hardcore y post punk, se atisba nada más comenzar Open the Door que no destacan como compositores, pero desde luego en lo que resultan categóricamente nefastos es como instrumentistas, todos y cada uno de ellos.
La excusa tan acostumbrada por muchos de “es que es punk” o “es que esto es lo-fi” no se basta por sí misma, es una mentira tantas veces repetida que incluso da vergüenza creerla. Ya no sirve, si eres mal músico lo eres y no puedes escudarte en que es lo que caracteriza al género. Pues entonces el género es aun peor que tú. Mientras antes su brutalidad bastaba y su simpleza era radical y directa, a pesar de sus obvias carencias, el salto a un intento de mayor complejidad no ha hecho más que destapar sus precarios defectos.
Se han desprendido de sus cortes ruidosos y viscerales, con lo que han perdido su esencia, aquello que traducía lo que ellos eran y resultaba natural. Sin embargo, este trabajo suena forzado y, por ello, mal ejecutado. La sincronía es inestable, con fluctuaciones preocupantes de tempo y conjunción instrumental en varios temas, curiosamente o no tanto, en aquellos que se caracterizan por un ritmo más pausado, como High and Lonesome. Cuando comienza The Brass al menos sientes que estás escuchando algo honesto y en esa vertiente funcionan perfectamente, como si hubiera entrado a grabar otra banda distinta, pero es un minúsculo oasis en un desierto de despropósitos. Su nueva inspiración les lleva a temas poco exigentes y más corrientes, como Half Angel Half Light, pero que al menos tienen una mayor consistencia general. Por lo demás, solo encontramos un manojo de ridículamente mal tocadas intervenciones de armónica en Bird Song, solos de guitarra en I Saw Her Face más propios de un recién adolescente en su habitación que de un músico profesional con cuatro largos editados, que para rematar el disparate desembocan en este tema en una subida mal calculada, y unas voces a las que no han sentado muy bien el cambio de registro, porque si entramos a los coros no hay manera de abordarlos.
No está solo mal compuesto, es tan básico como que les falta una ingente práctica, y a estas alturas esto es inadmisible. Primero domina tu instrumento y entonces podrás decidir si puedes llegar a algo con ello, así que unas horas, días o meses de estudio les vendrían bien. La producción, por su parte, sí se ha visto levemente mejorada, pero tan solo porque las primeras eran simplemente horrorosas. Esta nueva perspectiva musical casa decentemente con su producción, pero su excesiva crudeza en varias ocasiones acaba por emborronar el sonido, con un casi inexistente bajo y, por lo general, un trabajo mediocre, a ratos bien conseguido y a ratos ininteligible.
Me parece muy respetable, por no decir necesario, que un grupo cambie con el paso del tiempo, pero que al menos lo hagan bien. Si vuelven a sus inicios discográficos quizás no destaquen entre la multitud o se conviertan en una referencia mundial, pero no caerán de nuevo en un flaco intento que roza el ridículo demasiadas veces por dar un paso en falso antes de tiempo.