El nacimiento de The Rifles se ubica en Knebworth, Inglaterra, a principios del año 2004. Joel Stoker y Lucas Crowther, compañeros en su etapa estudiantil, se encontraban en un concierto de Oasis en esta localidad británica cuando tuvieron una revelación: “Los dos supimos que debíamos formar una banda”, afirma Crowther, actual guitarrista de la formación. Y allí empezó todo. Desde ese día han pasado más de siete años, y tras dos trabajos de estudio llega Freedom Run. Por el momento el álbum de Stoker y cía se ha situado en la posición número 37 de la lista de ventas inglesa, cerca de la 26 y 27 conseguidas con sus dos anteriores LP.
Tras una primera escucha podemos pensar que The Rifles no sorprenden. En nada. En parte es cierto. Su música recuerda a infinidad de conjuntos, sus influencias resultan evidentes y enseguida podemos añadir su nombre a la (larga) lista de “sucedáneos brit de Oasis”. Si logramos evitar la dichosa trampa de los prejuicios veremos que la música de estos cinco ingleses es más que eso. Su pop resulta agradable al oído y parte de los 13 temas que contiene Freedom Run superan el aprobado alto.
Parece que el paso del tiempo ha amansado a la banda de Chingford (Londres). En comparación con No Love Lost (2006, Red Ink) y Great Escape (2009, Sixsevenine), en este nuevo álbum los teclados han ganado mucho más protagonismo en detrimento de las guitarras, pieza clave en antiguos cortes como Great Escape, que recoge la esencia puro de The Rifles en sus inicios.
Freedom Run empieza contundente. Dreamer es una pieza potente, de las que más llama la atención por su fuerza, y que dota de mucha personalidad a la primera mitad del disco (que decae exageradamente al final). La cuidada Long Walk Back sigue la esencia de su predecesora, así como Sweetest Thing, dulce como su nombre ya indica. El pico llega con Tangled Up In Love, acertado single y bajo nuestro punto de vista mejor tema. Una oda a los teclados un poco pastelona que puede evocar (con el permiso de Mr. Ashcroft) a la inigualable Bittersweet Symphony, de The Verve. A partir de allí, el nivel cae bastante y el resto de canciones se van sucediendo sin mucho orden ni sentido. Se salvan Love Is a Key, agradable y playera, y la creciente Little Boy Blue (Human Needs).
Es una lástima que este trabajo presente una bipolaridad tan marcada. Las primeras cuatro piezas auguran un disco espléndido y generan unas expectativas que finalmente no se cumplen ni de largo. Quedémonos con lo (muy) bueno de este tercer álbum de The Rifles. El resto, prescindible.
EMI [2011]
[6.6]
Sam Gutiérrez