MOSHI MOSHI
[2012][8]
Esto es algo especial, diferente: solo con los primeros acordes sabemos que estamos ante un grupo extraño, fuera de lugar; un grupo que ama el sonido de los instrumentos, que lo cuida, y que sabe que esto sin amor no funciona, ni funcionará jamás. El gusto con que la línea de bajo camina sobre una batería sólida, robusta, nos ayuda a comprender muchas cosas, a apreciar cómo algo mínimo puede ser lo más bello, cómo con solo tres elementos se pueden llegar a construir canciones eternas, perpetuas. The Wave Pictures presenta su último disco, escúchenlo varias veces, se darán cuenta de lo que hoy aquí vamos a hablar. Y merece la pena.
Long Black Cars es un largo que sabe a directo, que nos traslada fuera de aquí, a otra época, donde el olor del tabaco se mezclaba con el sudor de los cuerpos que bailaban alrededor de los músicos. Cuando Stay Here & Take Care of the Chickens arranca ya no podemos parar: la guitarra barre las cuerdas con una calidad soberbia, teniendo muy en cuenta cómo las intensidades juegan un papel fundamental en la narración; narración que David Tattersall se encarga de teñir con su voz clara, limpia, que parece cantar sobre un campo de hierba vacío. Los dibujos costumbristas dejan claro la importancia de los temas populares como objeto principal en las canciones de The Wave Picture. Aquí hay algo mágico, diferente, que te engancha desde la primera escucha; puede que sean los ingenuos coros de los otros miembros, pero con el primer corte ya estamos completamente enamorados de la banda inglesa.
Con este nuevo trabajo podemos apreciar el gusto de los tres miembros de The Wave Pictures: en Eskimo Kiss encontramos claras referencias que van desde The Smiths a las guitarras envolventes de Dire Straits. Si de algo podemos hablar del último disco de la banda formada en Wymeswold es la madurez en el sonido: la necesidad de encontrar una sonoridad propia, basada en la dificultad del formato trío a la hora de cubrir espacios, ha obligado a los integrantes a comprender la música de una forma integral en que cada elemento tiene una importancia vital: en Never Go Home Away encontramos un magnífico solo de guitarra que se mantiene flotando sobre una base rítmica inmutable, con un sentido del ritmo mayúsculo. Este es un aspecto fundamental de Long Black Cars, donde una producción completamente analógica se mantiene estable gracias a la capacidad de los componentes de mantener los tiempos y las intensidades: si escuchamos de verdad podemos encontrar a lo largo del disco momentos en que la voz de Tattersall se impone sobre el resto para regalarnos momentos inmensos.
Pero además, en el caso de The Wave Pictures, tenemos que hablar de las canciones en sí, que son las verdaderas protagonistas de la historia:
Cuando llegamos al crepúsculo del disco nos encontramos con My Head Gets Screwed On Tighter Every Year y Cut Them Down In The Passes, ambas con títulos impronunciables y con una factura bellísima, que las hace de las mejores del largo: en la primera encontramos arreglos de guitarra deliciosos, construidos a través de un slide sacado de otro tiempo, de otra época. Y en la segunda una melodía de voz que, aparte de recordarnos a Jonathan Richman, nos sumerge dentro del mundo afortunado de la banda inglesa: la delicadeza con que la canción va creciendo, adquiriendo fuerza, te arrolla hasta que ya no puedes parar de soñar, de acordarte de otras cosas que sí merecieron la pena.
Por otro lado encontramos las más irónicas Spaghetti y Give Me A Second Chance, que se enfrentan a los temas más cotidianos desde una óptica sencilla, sin preocupaciones, pero con un sentido del humor muy fino y directo. The Wave Pictures han recogido el testigo de bandas como Herman Dune, donde las referencias de clásicos como Chuck Berry, Buddy Holly o, incluso, Bob Dylan se unen para encontrar la clave de su discurso.
Y ya para finalizar escuchamos Seagulls, otro corte muy bello donde la guitarra vuelve a dibujar esos paisajes imaginarios, abstractos, donde todo tiene cabida: desde el bajo serpenteante de Rozycki a los coros de ángeles que acompañan a Tattersall. Esto para dar paso a la composición que da nombre al disco, que cierra con honores un trabajo increíble (el estribillo consigue que pidamos perdón…).
Así, hablamos de Long Black Cars como un disco natural, fresco, que nos recuerda que con pocas cosas podemos llegar a hacer mucho; y si ese mucho es hacernos llegar a sentir, hoy tenemos que estar muy agradecidos.
por Luis Fernández